lunes, 3 de abril de 2023

Relato Realidades alternativas: 1 El Teatro Real.

Otra semana más vuelvo a llegar tarde al relato. Esta vez puedo decir que lo de mil quinientas palabras se me ha ido un poco de las manos. Un poco. También he tenido un fin de semana más ajetreado, ayer estuve visitando Plasencia y el valle del Jerte.

Pero ahora vamos a iniciar un nuevo ciclo que he llamado Realidades alternativas. He elegido una historia genérica, con un protagonista y un villano y voy a escribir el mismo relato en diferentes puntos históricos, lugares, utopías, ucronías, distopías… en general, todo lo que se me ocurra. Lo divertido va a ser ver cómo la ambientación va a moldear el relato y lo va a hacer único a pesar de tener el mismo esquema inicial. El esqueleto es que el perro del protagonista ha sido secuestrado por el villano y lo ha llevado a un lugar seguro, algo parecido a una fortaleza. El protagonista tendrá que rescatarlo.

Tanto el protagonista como el antagonista tienen un poder que los hace especiales, pero vais a tener que leer para saber cuáles son. Os dejo con el relato.




Realidades alternativas: 1 El Teatro Real.


El golpe en la cabeza que me había dado ese matón me hizo ver más estrellas de las que en realidad se veían desde el parque del retiro. Me habían tirado entre unos arbustos y me habían dejado allí por lo que no me habría visto nadie y el parque ya estaba cerrado.

eatro Real.

El malvado Carlos estaba muy enfadado con que investigara sus cuentas así que había enviado a los matones para secuestrar a mi perro, rufo, y chantajearme. No me iba a echar atrás, ya no eran los años veinte y los mafiosos me caían gordos. Pero en ese momento solo podía trazar un plan y esperar a que abrieran el parque, así que esperé.

Fui policía porque tengo algunas cualidades buenas, por ejemplo, soy ambidiestro, lo que me hace más flexible y se me dan mejor las tareas manuales. Por otro lado, se me da bien la cocina, y me gusta, pero sobre todo, tengo un don muy especial. Yo lo llamo las palmas protectoras. Cuando pongo las manos con la palma abierta por delante de mi cuerpo, pueden protegerme de cualquier cosa. No detienen la inercia del golpe, pero no me pueden hacer daño. Esto hizo que muchos compañeros del cuerpo se sintieran incómodos y al final acabara trabajando como detective privado por mi cuenta.

Eso tenía sus ventajas, ahora podía elegir los casos y todos los beneficios eran para mí, pero si hubiera tenido un compañero, no podían haberme pillado tan fácilmente el día anterior. Supongo que nada es perfecto.

Carlos había ganado mucha influencia con sus empresas, tenía tanto de logística, como de servicios externos. Se hacía pasar por un filántropo preocupado por la gente de Madrid, pero en realidad era un marchante de arte despiadado, y esto le había llevado también a financiar varias obras del Teatro Real por lo que podía entrar y salir a su antojo.

Podía sentir cómo estaba escondido en ese enorme edificio esperando que claudicara o me enfrentara a él y había tomado la decisión de rescatar a mi perro y sacar a la luz todos sus trapos sucios. No me iba a intimidar.

En cuanto abrieron el parque fui a mi casa a desayunar y aprovisionarme. Después de comer los restos de las lentejas del día anterior acompañadas de vino barato tomé mis dos pistolas. Un pequeño privilegio de haber sido policía. Tomé también un cuchillo de supervivencia. Carlos iba a estar bien protegido, tenía un grupo de seguridad privada que siempre iba con él.

Pero antes de ir, busqué planos del teatro real para ver por dónde iba a poder entrar y donde estarían las emboscadas más evidentes.

Me pasé el resto de la mañana durmiendo, apenas había dormido la noche anterior a causa del insomnio y no había llevado nada para dormir. Me tomé una pastilla de hierbas para relajarme.

Cuando llegué a la plaza de Ópera era la una y cuarto de la tarde y la plaza estaba llena de turistas y transeúntes. Apenas podía caminar con la multitud. Me dirigí a la entrada lateral del teatro y pagué por la última entrada con audioguía de la una y media, preferiría ir solo para poder escabullirme con más facilidad. Usé mi identificación falsa de cuando era policía para no levantar sospechas y simulé que me interesaba el edificio mientras me fijaba en la seguridad del lugar. En cada palco había un gorila de Carlos con los ojos bien abiertos.por suerte no parecieron percatarse de mi presencia.

Después de dar una vuelta, me metí en uno de los camerinos y por suerte parecía vacío. No había ropa ni objetos personales. Aún quedaba un rato de visita y me interesaba esperar a que se marcharan las visitas. No quería más público del necesario.

Perdí la noción del tiempo hasta que escuché unos pasos. Me escondí detrás de la puerta por si acaso algún despistado entraba por error. La puerta se abrió con mucho cuidado y lo primero que vi fue el cañón de una pistola con silenciador, no parecía el visitante promedio.

Esperé a que entrara un poco y entonces le di una patada a la puerta y me abalancé sobre el guardia. Con la mano izquierda cogí la mano de la pistola y con la derecha su cuello. Le empujé contra el marco de la puerta y golpeé su cabeza con la jamba. Cayó al suelo redondo. Entonces vi a otros tres guardias que me miraban sorprendidos, uno disparó y detuve la bala con la palma izquierda, pero noté el golpe en el codo. Entré a la habitación y volví a esconderme detrás de la puerta porque no podía cerrarla a causa del primero.

—Sabemos quién eres y conocemos tu poder. Somos tres y estamos armados. No tienes tres manos para pararnos a los tres.

El guardia intentaba asustarme.

—Sois tres y yo tengo dos pistolas, puedo disparar primero y parar la bala del tercero.

Era un farol bastante evidente, pero necesitaba tiempo para pensar.

—No eres tan rápido, y nosotros ya estamos listos. No nos vas a pillar por sorpresa. —Implícitamente se refería a que no le iba a pillar por sorpresa como al primero.

—No voy a rendirme tan fácilmente, he venido a ver a Carlos. Vosotros no sois nadie.

—Tendremos que hacerlo por las malas. —Escuché algo entre un gruñido y una risa grave y unos pasos. Venían a por mí—. Ríndete antes de que sea tarde.

No respondí y cuando noté que entraban con cautela repetí la jugada de la puerta.

El primero se desestabilizó pero no llegó a caer, los tres dispararon a la vez. Paré los disparos de los que estaban bien posicionados y esquivé por los pelos la bala del que había recibido el portazo. Por suerte la bala se desvió hacia arriba.

Lo que no pude evitar fue el culatazo de la pistola del que tenía más a la izquierda. Noté sangre en la frente y me desmayé. Es lo que suele pasar con un golpe como ese.

Cuando recobré el conocimiento estaba maniatado a una silla en el centro del escenario. Qué teatral era Carlos.

—¿De verdad creías que no conozco tu credencial de policía? Esto ha ido demasiado lejos. —Carlos se acercó con mucha calma por el lateral derecho. Parecía que estaba esperando que me despertara. Suspiró—. Tienes que dejar de fisgonear mis cosas. No tengo nada contra ti, en serio.

—Es todo un detalle por tu parte. Son solo negocios, ¿No? Y una mierda. ¿Dónde está mi perro?

—No estás siendo razonable. —Carlos se acercó aún más y sentí crujir el suelo a causa de la su peculiaridad, y era que a pesar de su aspecto fuerte, pero no gordo, pesaba más de trescientos kilos. La densidad de su cuerpo no correspondía con su aspecto físico—. No voy a dejar que investigues mis cuentas y salgas impune.

—Voy a destapar todos tus chanchullos, me voy a asegurar de que acabes entre rejas. —Carlos se estaba poniendo rojo de la ira—. Voy a acabar con tu insignificante emporio y todo lo que has construido. ¿Qué te apuestas?

—Yo no apuesto.

Carlos perdió los nervios y me lanzó un puñetazo, en ese momento me puse de puntillas y levanté un poco la silla. Me giré lo justo para que el golpe fuera al respaldo de la silla. El golpe fué tremendo, volé cinco metros hasta caer de cara contra el escenario. Por suerte la silla se había destrozado por el golpe y me sentí libre. Dolorido como si me hubiera pasado un elefante por encima, pero libre.

De hecho gruñí al levantarme y Carlos me miró extrañado. Hizo un gesto con la mano y me percaté de que había cuatro de sus guardias apuntando a mi pecho.

—Solo tienes que ser razonable. Estás en desventaja. —Carlos se crujió los nudillos—. Tu poder no puede parar mis golpes y lo sabes.

—Tu poder no detiene las balas. Al tenerme maniatado no me has quitado las pistolas.

Ambos nos quedamos en silencio valorando la amenaza del otro. Carlos dió un pequeño paso y yo acaricié las culatas de mis armas.

—Si me disparas, ellos acabarán contigo antes de que cierres los ojos. —Dió otro paso discreto. Yo retrocedí un paso.

—¿Solo sabes hablar? Aún no me has dicho dónde está Rufo.

—¿Rufo? —Ambos dimos otro paso—. No sé de qué me estás hablando.

—Mi perro, imbécil, ¿Dónde está mi perro?

—Ah, está a buen recaudo. —dijo con desprecio—. De momento…

En ese instante Carlos empezó a correr, yo salté con todas mis fuerzas hacia atrás mientras desenfundaba las pistolas y disparé. Un tiro acertó en el hombro izquierdo de Carlos y el otro se desvió. Escuché disparos de los secuaces, pero con el salto me quedé tumbado detrás del escenario y la caída me dolió bastante a causa del golpe anterior. Gruí por el dolor. Carlos siguió caminando más despacio a causa del disparo.

—¡Te estoy apuntando a la cabeza!. —Grité para que me oyeran los guardias. Me puse lentamente en pié mientras le apuntaba. Carlos dudó.

—No vas a salir vivo de este edificio.

Carlos volvió a correr, puso un brazo cubriendo el corazón y el otro la cabeza. Eso me dio la ventaja de que corría a ciegas así que apunté a sus pies y disparé tres veces con cada pistola. Carlos cayó a mis pies e intentó agarrarme los tobillos. Yo me alejé y salí por la puerta al backstage sin mirar atrás.

Cuando pasé por la puerta me encontré con uno de los guardias, le di un culatazo en el cuello con mi derecha, pasé a su lado y le volví a golpear en la nuca para noquearlo. Entonces seguí huyendo. No podía dejar que me atraparan.

Me puse a pensar dónde podía haber llevado a Rufo. Tenía que ser un lugar a la vista de la gente y que al mismo tiempo pasara desapercibido. Y llegué a la conclusión de que el lugar idóneo era el restaurante. Se había atrincherado en el Teatro Real para asegurarse que hubiera gente y que no pudiera pasar desapercibido, así que en el restaurante, en la cocina, era el lugar perfecto.

Al llegar a las escaleras para subir me encontré con un guardia y me disparó sin pensar. Yo solté la pistola izquierda para parar su bala y yo le devolví el favor acertándole en el hombro derecho. Entonces soltó el arma, así que aproveché para recoger y guardar la pistola que estaba en el suelo y seguí subiendo. En los dos siguientes rellanos me encontré con otros dos guardias e hizo algo parecido, al segundo le di acerté en la mano derecha y el tercero en la rodilla izquierda así que le tuve que noquear.

Cuando iba a llegar al restaurante guardé la pistola por si me encontraba con algún camarero o cocinero y llamé a Rufo. Por suerte ya habían cerrado las visitas y quedaba mucho para las obras, así que el lugar estaba vacío. Al poco tiempo de llamarle, le escuché ladrar alegremente y supe que había acertado. Estaba en una jaula, debajo de una encimera,  en la cocina. Le liberé y le cogí del collar para irnos, pero cuando abrí la puerta de la cocina me pasó un vaso volando a lado de la cara y supe que aún no se había acabado.

—Carlos, qué duro eres, cabrón.

—Y tú qué cabezota insistente. No voy a dejar que salgas, solo hay una salida.

Salí agachado de la cocina para esconderme tras la barra y un plato chocó contra la pared. Lo había lanzado como un frisbee y me acabé con fragmentos de loza a mi alrededor.

—Aún tengo mis pistolas y tengo muchas balas. Ya sabes lo que sé hacer con ellas.

A mi lado había una cubitera vacía, la levanté con cuidado y una copa reventó contra el metal. Esta vez me llovieron cristales, pero bajé la cabeza a tiempo.

—Eso no te va a salvar, tengo muchas cosas para tirarte.

Cogí la pistola de la derecha sabiendo que le quedaba menos munición y disparé al cable de la lámpara araña hasta que la vacié, pero no pasó nada. Carlos se empezó a reír.

—¿Eres idiota? Esto no es una película, y aunque se hubiera caído no me habría hecho nada. —Carlos hizo una pausa antes de continuar. A pesar de ser tan rudo estaba sufriendo—. Y ahora estás seco. Ríndete.

—Y una mierda, apenas te puedes mover, tengo todas las de ganar. ¿Qué te juegas?

—Otra vez tus malditas apuestas…

En ese momento salí por el hueco central de la barra cubriéndome con una bandeja y sentí el golpe de otro objeto de cristal. Lo ignoré y seguí corriendo hacia las mesas de la izquierda para cubrirme pero salí volando de vuelta a la barra. Carlos me había lanzado una silla y con su fuerza me dislocó el hombro derecho así que perdí toda la fuerza. Me quedé sentado intentando asimilarlo. Carlos empezó a acercarse ayudándose de los brazos y en la mano derecha llevaba un cuchillo de carne.

Le vi acercarse sin saber cómo reaccionar, estaba aturdido por el golpe y el dolor del hombro era terrible.

Carlos llegó a mi lado y me dió una palmada, con su fuerza, en el pecho y al empujar se me colocó el hombro. No pude evitar gritar, a lo que Carlos respondió con otra risa.

Entonces escuché a Rufo ladrar y morder las piernas de Carlos. Él intentó patearle pero con los disparos debía ser muy doloroso así que se giró para espantarle y eso me dió la ventaja para sacar la pistola con la izquierda y le descerrajé todas las balas que le quedaban a la pistola en la nuca.

Carlos cayó de lado sin siquiera un grito. Yo me levanté, cogí a Rufo con intención de salir del edificio pero me di cuenta de que las pruebas contra Carlos habían dejado de tener relevancia así que esparcí alcohol por las sillas, cortinas y todo lo inflamable. Después le prendí fuego y salí corriendo.

Al parecer fue un escándalo la muerte de Carlos, el filántropo, incluso se le hizo un funeral de estado. Pero nadie pareció demasiado interesado en investigar la naturaleza de lo ocurrido aquel día. Sus negocios fueron adjudicados al estado al no tener descendencia directa y el resto de la familia no quiso saber nada del tema.

Ese fue el final de Carlos.




No sé qué os habrá parecido este relato, yo he disfrutado mucho escribiendo y pensando en las inmensas posibilidades que se abren a volver a escribirlo pero siendo diferente al mismo tiempo. Tengo que terminar el arco de Adán pero me está costando mucho continuar esa línea. A ver si para esta semana saco el siguiente paso de Nueva Eva.

Mientras tanto no tengo mucho más que decir. Espero no volver a llegar tarde, que es semana santa y voy a tener, espero, un poco más de tiempo.

Hasta entonces, espero que hayáis disfrutado del relato.

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