domingo, 30 de octubre de 2022

Verkami "Proyecto Lourdes"

Esta semana voy a hacer un post diferente, esta semana quiero hacer un poquito de promoción gratuita, pero antes, os voy a contar un proyecto.

Hace tiempo me uní a un grupo para escribir una novela. La profesora es Marta González Peláez y tengo dos compañeras que son Amaya Vicario y Hebe Rubio.

A lo largo del tiempo hemos ido escribiendo cada uno nuestra historia y la que va más adelantada es Amaya. De hecho está preparando un Verkami para publicar su libro y entregarlo en febrero del 2023.

¿Qué es Un Verkami? Es un crowdfunding, es decir, se apoya económicamente el proyecto de esta escritora para que con el dinero que recaude pueda publicar y enviar su libros. Dependiendo del apoyo económico que se haga, se recibe una recompensa mayor o menor.

A día de publicación quedan solo treinta y siete días para poder ayudarla. Yo me he hecho con el pack Águeda que incluye libro físico, e-book, marcapáginas y el nombre en los agradecimientos por diecinueve euros. He dudado con el pack Satur que en vez de e-book tiene un colgante de turmalina negra por veinte euros, pero yo leo casi todo en kindle así que quería el e-book, sí o sí. Aunque me he quedado con las ganas del colgante.

En el enlace anterior y en este, que es el mismo, tenéis publicado también el primer capítulo para ir viendo su forma de trabajar.

Pero yo quería hablaros en este caso de Amaya. Me gusta mucho cómo escribe, tiene un estilo claro y sencillo pero es capaz de darle mucha personalidad a la gente sobre la que escribe. Una de las protagonistas, Irene, me encanta porque cada vez que abre la boca, por como se expresa, queda claro quién es. Y no necesita presentación. Tiene una personalidad arrolladora, entusiasta y llena de energía que contrasta con la forma de ser de Lourdes, la protagonista y con Clau. Cada uno tiene una forma de ser y de expresarse únicas que los hacen inconfundibles y memorables a su manera.
Amaya se ha apoyado mucho en la ciudad de Burgos a la hora de escribir esta novela hasta el punto de que tengo ganas de visitar los lugares por los que pasa Lourdes, quiero conocer en persona la catedral y sus calles. Se nota el amor que tiene Amaya por su ciudad y el mimo que le pone a la hora de describirla. En parte es un incentivo más a la hora de leer su libro.

Amaya es capaz de escribir las escenas más dulces y simpáticas y luego darle un ambiente más oscuro y siniestro. Genera tensión y misterio cuando es necesario, pero lo compensa con la cotidianeidad del día a día. Se mueve muy bien entre picos de tensión y valles para que la trama fluya. Pero, ¿de qué va su libro? Si ya habéis entrado a echar un ojo al Verkami ya lo sabréis, incluye dos vídeos de presentación, pero por si acaso no habéis cotilleado os dejo aquí la propia explicación de la autora, que es lo más fiel que puedo dar.

 

“Lourdes Ramos es una chica de diecinueve años que solo quiere llevar una vida normal. Sin embargo, nació con una habilidad sobrenatural que mantiene en secreto porque hasta ahora solo le ha traído problemas y desgracias.

Cuando conoce a Clau e Irene en clase de Fotografía, el destino la obligará a enfrentarse a sus traumas de la infancia para ayudar a sus amigos. Sin embargo, una amenaza mayor se cierne sobre ella y Lourdes no tardará en descubrir que el precio que debe pagar por su poder tal vez es demasiado elevado.

Se trata de una novela de misterio sobrenatural ambientada en Burgos con la catedral como telón de fondo. Nos presenta cuestiones como la superación personal, los miedos que minan nuestra confianza o el poder de la amistad.

¿Es posible que tu mayor miedo sea tu mejor cualidad?”

 

Amaya tiene ya experiencia escribiendo, ya que este es en realidad su segundo libro. Su primer libro fue “El mundo a rayas”, que es un compendio de relatos. Está incluído en el pack Lourdes, por si lo queréis también.

Resumiendo. Yo apoyo el proyecto de Amaya porque me gusta su trabajo y su forma de escribir y me gustaría que salga adelante para que mucha más gente pueda disfrutar de esta magnífica novela.

Que quede entre nosotros, pero yo ya sé cómo termina. Ahora solo falta que vosotros recorráis el camino de la mano de Lourdes para conocer todos sus secretos.

lunes, 24 de octubre de 2022

Reto Saca al asesino que hay en ti. 10/2020

 El reto del club cyrano de octubre del 2020 era este: https://clubdeescrituracyrano.com/saca-al-asesino-que-hay-en-ti/

En este reto lo único que pedían era escribir sobre un asesino, alguien que por el motivo que sea, asesina a otra persona. Puede estar justificado, o no. Puede ser algo ocasionar o reincidente, pero pedían al menos un asesinato.

Para mí, este relato es especial porque es el primero en el que participé en el club y, claro, es el menos pulido. Pero tiene ese encanto especial al compararlo con los últimos relatos y ver cómo he ido aprendiendo y mejorando poco a poco.

Para este relato traje un personaje de una partida de rol que dirigió mi buen amigo Daniel Piniella. La partida estaba ambientada en el mundo de Vampiro, la mascarada y me encantó la figura de los malkavian.

Para los que no conozcais este universo, hay varios clanes con características muy definidas y los malkavian se caracterizan porque todos tienen algún tipo de enfermedad o trastorno mental que los hace impredecibles.

Para la partida creé al personaje de Crescencia y para este relato lo que hice fue, durante la noche de halloween, dejarla salir a dar un paseo y darse un festín a lo grande.


ATENCIÓN. El relato contiene violencia extrema, e injustificada. Se regodea con el dolor ajeno y ralla con la turtura física.


Os dejo con el relato y lo comentamos después.




La caza de Halloween


Me llamo Crescencia y soy un ser de la noche, lo que la gente común llamaría una… Vampiresa. Hoy es Halloween, es mi noche y me voy a divertir.

Llevo puesto un disfraz de soldado sexy con muy poca ropa, al fin y al cabo, el frío no me afecta. En las caderas dos cuchillos que parecen de juguete, en mi riñonera mis piedras mágicas y una aguja para el pelo con la punta de plata.

Me encamino al parque más cercano y empiezo a deambular, la sed me mueve, me incita a correr, pero sé que esta noche no tengo que darme prisa. Esta noche tengo que divertirme.


Mientras voy caminando se me cruza un chulito disfrazado de algo sacado de los setenta.

—¿Qué hace una chica cómo tú, en un sitio como este? —Se queda mirando mis piernas.

—Soy soldado, y tengo una misión, tengo que matar gente, ¿me ayudas? tienes pinta de ser muy fuerte. —Paso mi lengua por mi labio y luego muestro los dientes provocando al imbécil.

El pobre desgraciado está bastante desinhibido y no se lo piensa dos veces y fusionamos nuestras bocas. Quiero darle un poco de gusto antes de su final. En un momento dado me muerde el labio y le separo un momento.

—¿Te gusta morder, grandullón?

—En la cama me encanta morder y que me muerdan. —Suelta una risilla idiota.

—Pues aunque no estemos en una cama, estás de suerte. —Muerdo con suavidad su labio—. Porque a mí también me encanta morder. —Y proseguimos.


Después de unos minutos, cuando veo que no hay nadie cerca, le muerdo la lengua con todas mis fuerzas y empiezo a tirar hacia atrás. Él intenta gritar, pero con su boca parcialmente tapada por la mía, apenas se escucha nada y yo no dejo de tirar. Al final, con un desagradable ruido de desgarre, él se cae de espaldas y se queda sentado en estado de shock y mientras tanto, entre mis dientes se queda su lengua como un saco de rojo sangre de pura tentación.

Yo me quedo disfrutando un momento y él, incapaz de moverse, empieza a ahogarse con su propia sangre. La que sale por el orificio donde antes estaba su lengua.

Mierda, he cometido un error fatal, me estoy perdiendo la cena. Salto a su cuello y empiezo a darme un festín con su sangre.

Tengo tanta sed que apenas puedo controlarme hasta que el pobre está seco. Entonces le arranco la garganta de un bocado cargado de rabia y la escupo. Lo levanto en vilo e intento sacar un poco más de sangre, de la que se ha tragado el muy idiota, como si fuera una botella vacía. Pero no sale nada. Todos los vampiros dicen que la sangre de alguien que está aterrorizado sabe mucho mejor, y es verdad. Pero a este no le he sacado mucha y me he quedado con sed, así que toca volver a ponerse en marcha.


Lo que más me gusta de cazar en Halloween es que no pasa nada si te manchas un poco de sangre. Hace un par de años iba de sangre hasta las orejas y un tipo se me acercó y me dijo que la sangre era súper realista e incluso me preguntó cómo lo había conseguido. Yo le dije que había matado a tres idiotas, él se echó a reír y se fue. Era cierto, claro está, pero él no lo sabía.

Poco después veo a un hombre intentando dormir tapado por unos cartones. La ropa está muy sucia. Huele a vino barato y excrementos. Me acerco al tipo y parece no verme. Le agarro la cara con las dos manos y le obligo a mirarme a los ojos. En ese momento parece entrar en sí.

—¿Se puede saber qué coño haces? dejame dormir, estúpida.

—Aún no estás preparado, soldadito. —Le doy un suave beso en los labios y le pongo un billete de 20 euros en la mano.

—Toma esto y cogete un buen pedo esta noche, invito yo. Cuando estés listo vendré a buscarte y te daré un nuevo hogar. Hasta entonces, disfruta del momento. —y sigo mi camino. Es un buen candidato, pero aún está muy verde, aún no ha visto la luz.


Al cabo de un rato veo a una chica muy mona, con el pelo largo que le llega hasta la cintura, vomitando detrás de un arbusto. Parece un géiser de todo lo que está soltando por la boca.

Yo que tengo un gran corazón me acerco a ella y le sujeto el pelo con la mano izquierda mientras vomita.

Al terminar, se queda jadeando unos segundos. 

—¿Se puede saber qué haces? sueltame el pelo joder. —Yo agarro con más fuerza—. Cariño, yo sólo te estoy ayudando para que no te manches el pelo, que es súper bonito. Deberías darme las gracias por ayudarte. —Con la mano derecha, giro su cabeza para obligarla a que me mire. Ella me observa asustada.

—Vale, gracias, me has ayudado, ¿Qué quier...? —En ese momento con la mano derecha sujeto su mandíbula para que no se mueva y con la izquierda empiezo a tirar del pelo.


Ella empieza a gritar, pero le meto los dedos, índice, corazón y anular dentro de la boca para evitar que grite. Ella empieza a morderme los dedos y yo cada vez tiro con más fuerza del pelo. Al mismo tiempo acerco mis labios a su oído.

—Ohhh, sí. me encanta. sí, sigue mordiendo. más fuerte. así me gusta. no pares por favor.

Su cara va cambiando del enfado, a la confusión y al terror más absoluto hasta que al final el pelo se separa de su cabeza y suena igual que un velcro, pero muy grande. En su cabeza, ahora calva, empiezan a aparecer infinidad de puntitos rojos de sangre y entonces ella se desmaya, con lo que aprovecho para hacer un nudo a la parte alta del pelo y lo ato a la riñonera.

Esta vez no quiero liarla y dejar que se desangre sola así que empiezo a alimentarme de ella, pero otra vez, tengo tanta sed acumulada que no puedo controlar y la acabo dejando seca. Con uno de mis cuchillos le atravieso el corazón para evitar que se convierta. Ella no es una buena candidata a vástago mío.


Sigo vagando por el parque hasta que veo a dos chavales muy borrachos que están solos. Entonces uso mis poderes de vampiresa y me centro en el más enclenque. Utilizo lo que nosotros llamamos dementación para abrir su mente y vuelco toda mi ira y desprecio hacia los humanos.

El chaval se pone nervioso y empieza a gritar a su amigo, el cual no entiende nada. Yo sigo influenciando su mente hasta que se enfada tanto que intenta pegarle un puñetazo.

Su amigo se aparta e intenta calmarle, pero es imposible, yo soy más fuerte.

Tras varios intentos, el chaval fuera de control le pega un puñetazo en la cara a su amigo y este, a causa de la borrachera, reacciona instintivamente y se lo devuelve.

Entonces se empujan y acaban en el suelo pegándose como unas niñas, hasta que el fuerte, sin querer, deja K.O. a su amigo golpeando su cabeza contra el suelo.


Me encanta ver a otros pegarse sin motivo, es tan excitante. Entonces me acerco al triunfador, que tiene la adrenalina por las nubes, y eso hace que su sangre sea más dulce.


Entonces, su mente está tan aturdida que al verme intenta pegarme. A mí. Yo esquivo varios golpes sin problemas. Me doy cuenta que puedo hacer un poco más sabrosa su sangre si me esfuerzo un poco así que cuando intenta pegarme el tercer puñetazo y le golpeo con mi mano cerrada en su puño y a causa de la diferencia de fuerza se le rompe el brazo por diferentes puntos.


Él entra en pánico, entonces aprovecho para hundirle el esternón de un puñetazo, lo cual le impide respirar y el terror se apodera de él al ver tan cerca su fin. Yo aprovecho para beber su sangre que circula frenética por su cuerpo, llena de dulce adrenalina y terror. Bebo hasta la última gota de su sangre deleitándome. Es la mejor tajada de la noche.


En ese momento escucho un grito cercano y escucho que alguien sale corriendo. Mierda, ¿de dónde ha salido? cojo una de mis piedras mágicas y mientras apunto a la nuca digo.

—Pikachu, te elijo a tí. Usa Impactrueno. —La piedra vuelva con fuerza sobrehumana hasta encontrar la nuca. Momento en el que con un fuerte crujido, la persona cae de espaldas al suelo.

Pikachu me mira y me sonríe. Me acerco, le tomo el pulso al sujeto y veo que está a punto de morir, apenas respira. —Pikachu, te he dicho impact trueno, te has vuelto a pasar... No me digas pika pika, sabes que lo has hecho mal, coño... no me pongas cara triste, ahora voy a tener que comerme a un señor de baracaldo, y ni siquiera sé si me gusta... Sí, aún tengo un poco de sed, pero quería divertirme un poco más… Cállate. Pikachu, vuelve. —Cojo la piedra ensangrentada del suelo y la devuelvo a la riñonera. Le doy la vuelta y es un chaval disfrazado del cantante de moda del momento... En fin, no voy a dejar que se estropee la comida, sería de muy mala educación, así que a beber...


Una vez saciada la sed, me encamino hacia la salida del parque. cuando me cruzo con el mendigo de antes le pongo el pelo de la chica por encima.

—Ala, guapo, para que no pases frío.

No ha estado mal la noche, me voy con la tripa llena y me han mordido la mano, ha sido un poco suave, pero algo es algo. Habría sido más divertido una buena puñalada en el estómago o un disparo a quemarropa, pero qué se le va a hacer…




Lo primero decir que he añadido un par de detalles pequeños y una escena que se quedó en el tintero por la limitación de 1500 palabras por texto. Esto lo he remarcado de este color. Quería aclararlo antes de empezar.

Una de las cosas que me comentaron los compis del club, y tienen toda la razón es que el relato puede parecer incompleto porque no tiene las partes básicas de una narración: Inicio, nudo y desenlace. Tampoco tiene un conflicto per sé ya que Crescencia es tan poderosa que nadie le impide hacer lo que quiera. En resumen, es un paseo por el parque muy gore, pero no cumple con las partes que se presuponen para una narración. Como he dicho al principio, fue mi primer relato del club y se nota.

A pesar de ello, me gustó mucho escribirlo. E insisto, para mí es importante porque es una forma de ver mi progreso a lo largo de estos dos años al lado de las chicas del club y los compañeros.

Espero que hayáis disfrutado del relato.

domingo, 16 de octubre de 2022

Reto animal 04/2021

El reto del club cyrano de abril del 2021 era este: https://clubdeescrituracyrano.com/animal/


Este reto consistía en que la voz del narrador tenía que ser de un animal. Daba igual si era imaginario o real. Pero un animal. Yo, para este reto, miré a mi alrededor y acabé escribiendo sobre un animal que, en las ciudades, nos acompaña cada día y que solemos despreciar. Me alejé de gatos, perros y mascotas en general pero me quedé cerca. Escribí sobre una paloma, en parte por la libertad de los animales capaces de volar, por la cercanía geográfica, pero también porque a pesar del desprecio que les hacemos, son el símbolo de la paz. Bueno, y que me hace mucha gracia que muevan la cabeza hacia delante y atrás cuando caminan, eso también influyó en la decisión.

Os dejo con el reto y después comento un poco más.




Pluma pico ala


A pesar de que podía ver casi todo a mi alrededor, cada vez me costaba más encontrar algo que picar y era muy frustrante…


La zona estaba más solitaria y los gigantes salían muy poco, y cuando lo hacían, estaban acompañados de las bestias ladradoras tan ruidosas que a veces me persiguen. Como si pudieran atraparme, con lo lentos que son. Pero sí es verdad que echaba de menos al gigante que tiraba pan duro al suelo... No podía evitar preguntarme dónde se había metido.


Alcé la cabeza y vi los acantilados de la ciudad buscando ese hueco donde dormía, en las alturas, protegida del mundo. Desplegué mis alas grises y volé hasta el nido en el que estaba mi compañero cuidando de los huevos, le desperté con un suave picotazo en el cuello y él se fué a buscar algo que comer. Mientras tanto, era mi turno de dar calor y cuidar de nuestra progenie. Me quedé dormida muy rápido. Soñé con el nido en el que me crie, era tan bonito… El acantilado era más alto y había una zona con muchos árboles justo delante. Mis progenitores siempre volvían al nido con el buche lleno y preparado para darnos de comer. Después de comer cantábamos todos juntos.


Me despertó una canción muy suave de mi pareja, él prefería despertarme cantando en vez de picarme como hacía yo con él, así que volvía a ser mi turno de salir a buscar comida.

Primero me dirigí a los lugares que conocía bien, esos sitios donde los gigantes se sientan a comer y beber, dejando caer pequeñas porciones de la comida sin darse cuenta. Ese siempre había sido un buen sitio para ir cuando ya se habían marchado, porque estaba lleno de migas, pero ya no se reunían en esos lugares. Nunca supe por qué. Y el lugar era el correcto, lo ponía muy claro en los dibujos que había en las paredes. Esos que ponía para decirse entre ellos dónde podían comer. 


Lo único que seguía encontrando siempre y podía comer todo lo que quería eran esos cilindros blancos o naranjas, que tiran los gigantes. A veces los pisan, otras no. Con eso puedo alimentar a los pequeños pero a veces es difícil de tragar y es muy desagradable así que tenía que buscar algo mejor.


Estuve mucho tiempo dando vueltas, volando y buscando pero nada parecía cambiar. Fuera donde fuese, en todas partes estaba igual, y eso que me fui volando lejos. Incluso llegué a una zona con muchos más árboles de lo habitual y sin los estrechos acantilados.

Cerca de los árboles podía comer hojas y ramitas, pero las hojas suelen ser muy grandes, las ramitas muy duras y me costaba mucho romperlas así que tardaba mucho en comer. Pero para ese día me llené el buche así que regresé con mi pareja, esta vez el toque fué en el pico, pico contra pico. Se asustó un poco, pero cantó para mí antes de irse y yo me quedé con los huevos. Ya les quedaban pocos días para salir y tenía que buscar algo mejor, el tiempo era clave. Me quedé dormida cantando una melodía suave a los huevos mientras les daba mi calor y mi amor. Soñé con toda la comida que tiraban los gigantes, hacía poco tiempo era muy fácil encontrar de todo y de repente eso se había acabado de golpe.


Me volvió a despertar mi pareja con un suave gorjeo y sentí hambre. Si yo pasaba hambre mis crías no podrían sobrevivir así que tenía que seguir buscando.

Sin los gigantes, mi mejor opción era buscar algún sitio con árboles cuyas hojas sean más fáciles de tragar. Salí volando en busca de lugares verdes, pero no estaba encontrando los que buscaba. Llevaba viviendo en la misma zona desde que fui pichona y había visto muchas veces unas hojas pequeñas, blancas y redondas, pero con la abundancia de comida que había antes nunca me había molestado en recordar dónde podía encontrar estas hojas. Las había probado y eran muy fáciles de comer, podía comer muchas y aunque el sabor no era el mejor, tampoco sabían especialmente mal.

Seguí buscando, asomándome en cada borde de los acantilados, mirando el suelo a su alrededor, pero las hojas que encontraba eran grandes. Volví a comer hojas y cilindros, pero tenía que encontrar esas hojas blancas antes de que se abrieran los huevos.


Cuando volví al nido vi a mi pareja y parecía preocupado. La canción que me dedicó fue más triste de lo habitual. Yo me quedé con los huevos y empecé a sentir que se empezaban a mover, empezaban a hacer ruido, intentando escapar de las estrechas paredes del óvalo, así que me estaba quedando sin tiempo y cada vez me sentía más cansada y más hambrienta. Volví a soñar con la comida que tiraban los gigantes sin darse cuenta, unas cosas amarillas, alargadas con un sabor muy bueno, trozos de pan blando y otras cosas deliciosas. Por eso mismo fue aún más doloroso cuando me despertó mi pareja. Cuando dejé el nido libre él dio un suave picotazo al nido e hizo como si fuera a sacar leche del buche. Yo asentí con la cabeza, sabía perfectamente a lo que se refería. Se acababa el tiempo.


Empecé dando vueltas por una zona diferente, seguía buscando mi paraíso de hojas blancas y sabía que cuando lo encontrara no iba a olvidar dónde estaba, pero tenía que encontrarlo. Me paré a picar el suelo un rato para calmar el hambre pero tenía que darme prisa.

Por fin encontré el parque que buscaba, me subí a un sitio alto para ubicarlo y resultó que estaba rodeado completamente de estrechos y altos acantilados, así que era fácil no verlo al pasar volando. Bajé y me tragué todas las hojas que me entraron en el buche, después regresé al nido con una en el pico para enseñárselo a mi pareja.

Cuando le desperté de un suave picotazo en el cuello y le enseñé mi descubrimiento se puso muy contento, cantó con mucha alegría. Le señalé con el pico la dirección en la que podía encontrar las hojas. Juntamos la cera y los picos sabiendo que todo iba a ir bien y que nuestros pichones iban a crecer grandes y fuertes. Nos miramos un momento y salió volando con mucha fuerza en la dirección que le había señalado. Él también había estado pasando hambre.

Me senté sobre los huevos, con una sensación maravillosa de paz. Podía alimentar a mis pichones y no necesitaba a los gigantes.




Me resultó muy gratificante escribir este relato, primero porque al investigar sobre las palomas pude aprender mucho de ellas, de su capacidad de reacción, de sus relaciones sociales y demás. Pero también porque quería intentar interpretar las ciudades desde sus ojos, interpretando que las personas tenemos un tamaño inmenso, que los edificios les recuerdan a los acantilados que eran sus espacios naturales y los lugares en los que pueden buscar comida.

Como dato curioso, la historia está ubicada temporalmente después de la cuarentena, cuando empezaron a dejar salir durante horas concretas, a la compra y poco más. Por eso las terrazas que visita la protagonista están vacías y no hay nadie tirando comida. El hombre mayor que daba de comer a las palomas tampoco está. Sé que hay gente que prefiere no pensar en ese tiempo que nos tocó vivir, pero nos cambió la vida para bien y para mal. Y en abril del 2021 estaba mucho más reciente así que decidí plasmar ese momento y las dificultades añadidas que traía consigo, no solo para nosotros sino también para los animales.

Espero que hayáis disfrutado del relato.

domingo, 9 de octubre de 2022

Reto Hazme un muñeco de nieve 12/2021

El reto del club cyrano de diciembre del 2021 era este: https://clubdeescrituracyrano.com/hazme-un-muneco-de-nieve/

El reto de este mes, lo que pedía era que el protagonista fuera uno de esos iconos de la cultura navideña. El muñeco de nieve, papá Noel, los renos, el cascanueces, etc. Y sobre todo que tuviera que ver con la navidad.

Entonces relacioné el primer relato que ya he subido al blog en el futuro distópico en el que la población mundial disminuyó hasta el punto en el que dejaron de nacer bebés y se creó la estación nueva Eva en la luna. Ver la evolución de la sociedad con el paso del tiempo, las costumbres y las limitaciones que tienen en ese futuro.

Una aclaración porque en las reseñas de los compañeros del club lo remarcaron como un error y no lo es. He deformado el nombre de Santa Claus a San Claus por el tiempo que transcurre desde el hoy al momento de la novela. Es un cambio consciente.

Y sin más, vamos con el relato.




Oh, oh, oh. Feliz 2268


Había bastante ambiente aquella tarde navideña. La antigua Puerta del Sol de Madrid, ahora llamada Puerta de la Concordia estaba poblada por grupos de familias con sus hijos. Todos miraban las luces holográficas navideñas con anhelo.

Yo solo veía la hora de empezar a trabajar y me intentaba animar viendo el cartel que felicitaba a todos con su alegre “Feliz 2268”.

Guardé el vapeador y palpé las bolsas con fruta escarchada.

—Samantha, ponme el disfraz holográfico de San Claus por favor.

—Ahora mismo. Tendré que ajustarlo un poco a esa barriga que estás echando. Deberías beber menos.

—No te pases, no es para tanto, solo son un par de kilos.

—¿Un par? Llevas seis kilos y medio desde junio. Tienes que tomártelo en serio.

—Sí, sí, el año que viene.

Últimamente la IA de mi pulsera me tenía a dieta, es un rollo que tu propia pulsera inteligente te impida hacer cosas, sobre todo porque no te podías escapar de ella. Pero hay que reconocer que también es muy útil.

La vida había cambiado tanto, que era difícil entender cómo era la vida en el siglo XXI. El último bebé que nació de manera natural fue datado en el 2148, hace ya ciento veinte años.

Desde entonces los niños dejaron de venir de Paris, ahora venían de la Luna.

Por eso ya era normal que el padre tuviera rasgos asiáticos, la madre europeos y el niño africanos, por ejemplo. Cuando se solicitaba un bebé no podías elegir el que iban a enviar lo que, en teoría, fomentaba la interculturalidad. Pero la cultura era algo aprendido, da igual que rasgos tuvieran, todas esas familias eran madrileñas.

Ya con el disfraz holográfico me dirigí al centro de la plaza con una campana y según la hacía sonar los niños se empezaban a arremolinar a mi alrededor.

Calculé que podría haber unos cuarenta niños reunidos, todos de familia acomodada con buenos trabajos y buenos sueldos. A pesar de que no se veía realmente la ropa con los hologramas que llevaban, se notaba que era ropa buena, de calidad y cómoda. Siempre se ha dicho que hay dos cosas que no se pueden ocultar, el amor y el dinero.

—San Claus, dame fruta, dame fruta —Una niña de unos seis años se acercó con las manos abiertas y le di una fresa. Ella la miró con deseo y se la comió sin decir nada.

Fui repartiendo más fruta, trozos de plátano, piña, melocotón, todo escarchado. Y los niños adoraban ese bocado tan dulce y todos pedían repetir. Por suerte yo llevaba de más.

La fruta, que según creo fue algo que se comía a diario, había pasado a ser un lujo que ni siquiera estas familias acomodadas se podían permitir a menudo. Con la crisis de la natalidad hubo una revolución en robótica, lo que consiguió suplir la mano de obra en la mayoría de los trabajos, pero eso trajo otra crisis porque el mantenimiento de las máquinas necesitaba muy poca mano de obra y el paro subió muchísimo. Pero por desgracia, ninguna máquina estaba preparada para cultivar comida sin ayuda del hombre y muy poca gente estaba dispuesta a trabajar en una granja. Eran trabajos muy duros y muy mal pagados. Y por eso, la fruta era un lujo.

Al cabo de media hora casi todos los niños se habían dispersado y solo tenía un par rondando, pidiendo su cuarta fruta. Las familias disfrutaban de los villancicos y de los puestos navideños. Entonces se me acercó un hombre con ropa normal. Quiero decir, sin holograma por encima de la ropa real. Además, estaba muy sucia y rota.

—Ey, tronco, dame algo de cripto para comer. —Me enseñó una vieja pulsera que no tenía holograma ni IA, solo tenía la identificación del usuario.

—Llevo la pulsera del traje, no tengo mi identificación así que no tengo dinero, lo único que tengo son las frutas. Si quieres te doy.

—No voy a poder dar de comer a mi familia con un par de frutitas, idiota. —Se acercó aún más— Ya me gustaría ser tan privilegiado como tú, menudo cholo de trabajo sin darle a la máquina.

—Toma, te doy lo que me queda de fruta, es un poco menos de media bolsa. No te puedo dar nada más, de verdad es todo lo que tengo.

Y en realidad es más de lo que tenía porque la fruta no era mía, la tenía que devolver después y con lo que cobraba no podía pagar ni un poco.

—Pero por favor, —continué— no hagamos un alboroto, hay mucha gente cerca. Toma, dale esto a tus hijos.

—Con esto no voy a poder vestirles, ni pagarles la escuela… —Se echó a llorar— Yo, solo quiero darles una vida decente a mis hijos.

La falta de trabajo era una ruina para demasiadas familias que vivían en lo que fueron los barrios obreros y ahora solo eran marginales.

—No puedo darte nada más, en serio, toma —Le puse la bolsa en la mano y le empujé para que se fuera. Las familias empezaban a mirar con malos ojos a ese adulto, mal vestido, plantado junto a San Claus—. Si armas más alboroto llamarán a la policía y sabes que eso no nos ayuda a ninguno de los dos.

Al final cogió la bolsa y se fue dando tumbos. Me dio mucha pena, pero no podía hacer mucho más.

La tarde continuó con lentitud, los niños rezagados del barrio se acercaron poco a poco a por fruta. Por suerte llevaba más bolsas, de hecho, el ayuntamiento contaba con el robo de al menos un par de ellas.

Los niños parecían tan despreocupados, tan inocentes. La plaza a nuestro alrededor estaba llena de color, magia navideña y alegría, pero, no muy lejos, había mucha gente sufriendo para poder comer y sobrevivir.

—Yo este año le voy a pedir a San Claus una bicicleta flotante. —Me pareció un niño pijo y repelente, de esos a los que le compran todo.

—Pues yo voy a pedir un peluche amigo de babosa letal —le respondió una niña más pequeña con coletas.

Babosa letal era la serie de dibujos infantil del momento con naves espaciales, luchas y demás. Los niños estaban como locos con ellos.

—Yo quiero el peluche amigo de Sylphrena, es tan mona y tan azul. —Otra niña pequeña daba vueltas con los brazos extendidos como el personaje de otra serie, del que quería el peluche.

Yo nunca podría pagarles un peluche amigo con inteligencia artificial a mis hijos, se tenían que conformar con regalos menos tecnológicos.

Cuando la gente empezó a irse de la plaza en dirección a sus casas a refugiarse del incipiente frío nocturno, aproveché para guardar un puñado de frutas en una bolsa vacía y me la guardé en un bolsillo un poco más discreto. Mis hijos también tenían derecho a comer un poco de fruta ¿no? Lo tomé con un pago en especie.

Me dirigí al buzón del oso y el madroño y deposité el resto de la fruta para que la recogieran al día siguiente. Me sentí muy feliz de poder llevarle ese regalo a mis pequeños.

Solo después de quitarme el disfraz holográfico, me di cuenta de lo bien que se veía la luna esa noche, llena, como un faro en el océano del universo. Y no pude evitar pensar en esa persona que tendría que encargarse de cuidar de los bebés antes de que estuvieran preparados para venir a la Tierra. Seguro que era un trabajo complicadísimo y puede que fuera el trabajo más importante del planeta.

Pero debía sentirse muy solo, tan lejos y sin compañía.




Este fue el relato que escribí para el club. Quise hacer hincapié en las diferencias sociales entre los niños acomodados que pueden permitirse contratar a una persona y los niños del empleado que no puede permitirse los mismos lujos.

Otra cosa que me comentaron los compañeros del club fue que hay robos cultivando comida y es viable. Y tienen razón. Pero siguiendo la línea argumental del primero, los robots de este universo no tienen un control óptimo de la fuerza y por eso hay un supervisor en la estación Nueva Eva cuidando de los bebés, porque las máquinas pueden ejercer más fuerza de la necesaria y hacer daños a los bebés. Por este mismo motivo no recogen la fruta directamente, porque pueden dañarla. Es un punto de vista que he agregado a la ambientación, pero que puede parecer raro.

Otra frente de crítica que expongo es que la sociedad prefiere trabajos más cómodos que ir a recoger fruta y por eso esta se ha vuelto un lujo. Me comentaron que si es un lujo el sueldo debería ser mejor, y es cierto, pero quería darle ese tono de que el trabajo manual, a pesar de ser puramente humano por lo que ya he explicado, está muy mal valorado.

Por último, decir que aún me queda un relato escrito a día de hoy ubicado en este mismo universo. Lo subiré más adelante y espero escribir más para seguir ampliándolo. Me encanta escribir en este escenario tan concreto.

Espero que hayáis disfrutado del relato. 


domingo, 2 de octubre de 2022

Reto ¡Al abordaje! 06/2021

El reto del club cyrano de Junio del 2021 era este: https://clubdeescrituracyrano.com/al-abordaje/

El club lo que pedía para este mes era una historia de piratas. Por el nombre es fácil de adivinar. Pero no unos piratas cualquiera, tenían que ser piratas de verdad, de los del siglo XVII, con sus barcos, banderas negras y demás. Nada de piratas informáticos futuristas ni nada parecido.

Yo pensé en la realidad de los piratas, y es que los de verdad eran militares que habían perdido su empleo y lo único que sabían hacer era luchar y manejar un barco así que la necesidad los impulsaba a esta vida, no por gusto o placer. Sin embargo los hemos romantizado mucho a lo largo del tiempo y el cine no ha ayudado en ese sentido.

Yo, para este reto, pensé en escribir al menos una escena de acción pura. Una pelea con mucha adrenalina y violencia. Puedo decir que planificar la pelea me resultó muy divertido y estimulante. Pensar en cada parada y cada golpe, cada disparo con las armas de la época y unirlo a un mosaico aún mayor del conjunto de la pelea, no solo el protagonista.

No suelo escribir, a día de hoy al menos, muchas escenas violentas pero esta me hizo pensar en el trabajo que hay detrás de ellas, para que parezcan creíbles, para que sea emocionantes y que la lucha se mantenga en el tiempo. Y a pesar del esfuerzo, la escena y el resultado merecen la pena. Os dejo con el relato y sigo comentando después.




La vida pirata es la vida mejor



Nuestro balandro se deslizaba a media vela y siete de los nuestros estábamos preparados y pertrechados para un abordaje por sorpresa. Cuatro de los nuestros llevábamos un un sable y tres pistolas mientras que los otros tres en vez de sable llevaban dos hachas de abordaje cada uno.


Una carraca de una sola vela navegaba cerca nuestra y solo era cuestión de tiempo que nos adelantara. Entonces Blas dio la orden de virar a babor y los barcos se acercaron hasta el punto de chocar con gran violencia y ese era nuestro momento de saltar a la cubierta de la carraca mientras los pobres comerciantes empezaban a sacar sus armas con una mezcla de incredulidad y terror.


Según caímos sobre la cubierta empezó la lucha. Con mi sable bloqueé un golpe de una daga que me venía de derechas y le descerrajé un tiro en el pecho. Sin perder el tiempo le tiré la pistola a un marinero que estaba en pugna con Sancho. El golpe en la cara le hizo perder la concentración y mi compañero le atravesó el cuello con un corte limpio.


En ese momento saqué la primera pistola de las dos que llevaba en el pecho y disparé a un idiota que corría hacia mi posición con un chuzo. Entonces vi que me iban a rodear entre tres de los comerciantes, pero Alonso puso su pistola en mi hombro para apuntar bien y disparó a uno de ellos aunque en el proceso me dejó un rato medio sordo.

A pesar de eso, los otros dos cargaron contra mí y me defendí bloqueando la daga que me atacaba por la derecha con mi sable y desviando el ataque que me venía por la izquierda con mi pistola. 

Este último perdió el equilibrio lo que me dio tiempo para golpear en el rostro al que estaba a mi derecha con la pistola. El golpe desequilibró al marinero y me dejó vía libre para atravesarle el pecho con mi sable. 

Entonces un hacha pasó volando por la cubierta y se clavó en el pecho de un marinero que salía de la bodega y le devolvió a la misma. 

Al que había desviado el primer golpe volvió al ataque. Esta vez paré el golpe con la pistola mientras intentaba sacar el sable del cuerpo inerte del otro marino. Francisco llevaba un sable y una daga, robada, me ofreció la segunda y sin perder el tiempo le dibujé al comerciante una sonrisa en el estómago. De la herida empezaron a salir las tripas como una lengua roja enorme. Él cayó de rodillas agarrándose los intestinos y finalmente se desplomó de costado.


Ya casi no quedaban marineros en cubierta así que saqué la última pistola con calma y disparé al capitán que permanecía en la tolda de la carraca dando órdenes. Calló con un grito de dolor.


—Chicos, el barco es nuestro. A saquear se ha dicho—. El resto de nuestros compañeros saltaron al barco a la orden de Blas y bajaron a la bodega a buscar todo lo que pudiéramos llevar en nuestro barco.

Diego dio  el  aviso  de que en la carraca había una buena cantidad de barriles de vino de jerez, otros barriles de especias y cuero. Del vino íbamos a dar buena cuenta entre nosotros y tanto las especias como el cuero nos venía muy bien para venderlo en algún puerto seguro.


Ya en puerto, vendimos las mercancías robadas a muy buen precio y nos dividimos en varios grupos. No éramos muchos, pero veintitrés hombres no pasan desapercibidos.


Fui con Alonso, Antonio, Diego, Francisco y Sancho a una taberna en los arrabales. Comimos y bebimos todo lo que no habíamos podido comer en el barco hasta el punto que creí que hasta habíamos cogido peso en los pocos días que estuvimos allí. Aprovechamos para descansar y visitar alguna mujer. La buena compañía también era importante.


Una noche, mientras intentaba dormir en la cómoda cama de la taberna no pude evitar pensar en el pasado. Todos habíamos servido juntos en un galeón de la marina real hasta que dejaron de necesitarnos. Nosotros sólo sabíamos navegar y matar, además nadie contrataría soldados en ningún lugar honrado así que esta era nuestra única opción.

Sólo seguíamos con el oficio que conocíamos desde niños. Por suerte el vino en cantidades suficientes ayudaba siempre a conciliar el sueño.


Al día siguiente nos despertó Sancho que al parecer se había enterado que la marina andaba buscándonos. Nos vestimos y preparamos para lo que parecía inevitable. Con las pistolas y los sables escondidos salimos a la calle con la idea de ir al barco y zarpar lo antes posible. Decidimos ir juntos para defendernos en grupo, nosotros no dejamos a nadie atrás.


Íbamos por los callejones y buscando las zonas menos pobladas intentando encontrarnos con el menor número de gente posible, pero en un cruce nos topamos con una pareja de militares que al vernos nos pidieron que nos identificáramos.


Parecía que íbamos a pasar desapercibidos dando nombres falsos, pero en el último momento notaron una de las pistolas de Antonio y en un momento se torció la situación. El de la derecha intentó darle un puñetazo a Antonio y este le dislocó el hombro. El militar acabó en el suelo gritando como un gorrino en la matanza. Al ver esto, su compañero salió corriendo así que Diego tuvo que disparar una de sus pistolas con lo que hicimos aún más ruido. En breve tendríamos a media ciudad buscándonos.


Salimos corriendo por callejas estrechas buscando el puerto hasta que en un cruce, delante nuestro, aparecieron al menos catorce soldados con arcabuces que nos apuntaron sin pensárselo dos veces. Nosotros nos escapamos por un callejón lateral justo antes de escuchar la detonación de las armas. Seguimos corriendo y ya ni siquiera sabíamos hacia dónde estaba el puerto. Estábamos llegando al final de una calle que acababa en T y en el momento en el que estábamos apenas a unos metros de la pared, se escuchó el disparo de más mosquetes. Nos agachamos por puro reflejo y vimos que de la pared de enfrente saltaron trozos de pared y polvo.


Eso nos cubriría la huida, al menos unos instantes y al girar a la derecha me di cuenta que Alonso ya no estaba con nosotros. Con el ruido de las armas no me había enterado de lo ocurrido. Por reflejo, los cinco que quedábamos tomamos una pistola en cada mano y seguimos corriendo.


Más adelante nos encontramos con otro grupo en un cruce, nosotros corríamos hacia las armas mientras ellos se preparaban para disparar y los disparos fueron mutuos. Muchos de los militares cayeron a causa de nuestras pequeñas, pero igual de mortíferas pistolas, sin embargo también murieron Antonio y Francisco. No había tiempo para lamentarse.

A causa de las bajas, la fila de arcabuceros estaba rota y aprovechamos para pasar dando culatazos con nuestras pistolas y sablazos a todos lo que tuvimos a nuestro alcance.

Intentaron volver a disparar, y nosotros logramos colarnos por una calleja antes de darles tiempo. Entonces vimos de fondo el mar abierto, nuestra libertad.


La gente de la ciudad que nos veía salía corriendo y se escondían de nosotros, mientras que solo queríamos escapar de ese lugar.


Un grupo de arcabuceros estaba disparando al barco y vimos que estaban levando ancla así que Sancho y yo disparamos con la última pistola a la carrera. Esto distrajo al grupo el tiempo suficiente como para saltar al agua y agarrarnos a una red que habían soltado nuestros compañeros.


Cuando pudimos alejarnos lo suficiente del puerto subimos al barco y nos dimos cuenta que de los veintitrés que habíamos llegado a puerto solo quedamos siete contándome a mí.

Blas, Sancho, Diego, Miguel, Rodrigo, Lope y yo. Apenas éramos suficientes para gobernar el barco. Entonces habló Blas.


—Muchachos, ha llegado el momento que todos temíamos. no podemos seguir navegando solos. Podemos intentar buscar algún oficio honrado…

—Eso no va a ocurrir y todos lo sabemos —Le interrumpió Lope— yo no quiero ser granjero y acabar muriendo de hambre o algo peor.

—Los demás, ¿estáis de acuerdo con Lope? —Esperó una respuesta, pero siguió un silencio incómodo— También podemos unirnos a un grupo más grande de piratas.

—Entonces no podríamos decidir qué hacer o dónde ir —interrumpí yo y los demás asintieron.

—No tenemos muchas más alternativas. Hay que decidir.


Nunca fue fácil ser pirata.




La primera escena es la más trabajada a nivel del combate, la segunda es más una huída a la desesperada. La segunda es aún más caótica al no haber un escenario fijo sino una serie de calles que van atravesando. Me gustó más la primera, no sé a vosotros.

Decir que para la primera intenté asimilar el caos y la violencia de la película “Kingsman”, sobre todo en su escena de la iglesia. Os dejo el enlace: https://www.youtube.com/watch?v=90OFZQx_7xI

Soy consciente que mi escena no llega al nivel de la de la película, porque son medios muy diferentes y por mi propia experiencia escribiendo este tipo de escenas. Pero espero haber traído al menos una parte de esa violencia desesperada, descontrolada de un combate con muchos implicados que cada uno está luchando su propia batalla, rodeado de otras muchas que al final forman una imagen mayor y la adrenalina que supone un enfrentamiento así. La parte de los piratas, como ya he dicho, me centré en la parte más terrenal y menos romántica, dándoles una motivación de supervivencia. Al final es un pequeño canto a la nostalgia de tiempo mejores en los que los protagonistas no tenían que huir todo el tiempo unido a la desesperación al no conocer otro oficio. El final es un poco amargo pero me gustaría pensar que honra la verdadera naturaleza de los piratas.

Espero que hayáis disfrutado del relato.

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