Al desnudo
Era la madrugada de un tórrido día de verano del año 2064.
Estaba en casa de mi amigo Antonio y esa tarde habíamos hecho una gran fiesta en su casa, mucha gente, mucha bebida y otras sustancias diversas que nos ayudaron a pasarlo en grande, a relajarnos y disfrutar de las vacaciones.
Pero no fue hasta la noche cuando alguien, no recuerdo quién, propuso hacer un strip poker que se fue alargando hasta bien entrada la madrugada. Empezamos siendo un grupo grande, pero según pasaban las horas, había compañeros de mesa que se iban sin ropa, otros se cansaban y otros se quedaban dormidos y teníamos que pedirles que se fueran de la mesa para poder seguir jugando.
Al final sólo quedábamos tres personas en la mesa, Antonio, Paula y yo, y sólo nos quedaban como prendas, la ropa interior y a Paula sólo la parte de abajo.
Hacía mucho rato que me costaba concentrarme, con la mirada cálida y profunda de Paula, con sus ojos verde aguamarina, su pelo naranja zanahoria y algunas pequitas debajo de los ojos. También podía ver su busto, no muy grande, pero sí firme y suave, con sus dos fresas silvestres… pero tenía que concentrarme en el juego si quería poder ver un poco más, si quería llegar a ver la total y maravillosa figura de Paula en su máximo esplendor y naturalidad.
—Juega de una vez antes de que te quedes dormido, coño —Antonio dio un largo sorbo de su vaso, con una larga pajita.
—Veo tu apuesta… y subo cincuenta más. —Y puse las fichas sobre la mesa.
—Debes sentirte muy afortunado, ¿eh, Adri? —Paula deslizó lentamente las fichas sobre la mesa hacia el montón central y no pude evitar mirar sus manos. Manos pequeñas pero fuertes, suaves pero recias y además llevaba las uñas pintadas de un vivo color azul claro. Volví a centrarme en sus ojos y su mirada hizo que me estremeciera a pesar del calor.
—Estamos iguales, esta mano es decisiva. —Los miré a los dos, y sentí la excitación bombeando en mi corazón.
Antonio sacó la última carta. Un as de corazones.
En ese momento pensé que se me iba a salir el corazón del pecho, tenía color. Me resultó casi poético, tenía color y además de corazones.
Mi mirada se cruzó con la de Paula y los dos nos quedamos mirando, más tiempo del que deberíamos habernos mirado. Parecía que el tiempo se había detenido, pero no lo hizo.
Por un momento me sentí en medio de un western, en un duelo al amanecer y que íbamos a desenfundar los revólveres en cualquier momento. Pero con esa mirada y el pelo cubriéndole parcial y grácilmente las orejas, sabía que no podía ser más rápido que ella.
Antonio dio dos golpes en la mesa y carraspeó. Yo miré una última vez mis corazones.
—All in, voy con todo. —Volví a mirar a Paula— No te molestes, esta noche la suerte está de mi lado.
Me pareció escuchar una risilla muy suave, pero no estaba seguro.
—¿All in, eh? lo veo. —repitió el gesto de los golpes en la mesa, y me guiñó un ojo.
—Paso, esto queda entre vosotros. —Antonio tiró las cartas sobre la mesa y se cruzó de brazos, ceñudo.
—Bueno, uno de los dos se va a quedar sin nada… encima, ha llegado el momento decisivo. —Enseñé las cartas que con las de la mesa hacía un precioso color, con los cinco corazones y el sexto, el mío desbocado, deseando ver cada centímetro, cada milímetro, cada micra de la piel de Paula.
—Cuántos corazones, no sé qué podría hacer yo con tantos corazones… —Levantó sus cartas y vi más corazones—. Yo también tengo muchos corazones, pero los míos están ordenados, cielo. Escalera de color.
El silencio que siguió a esa afirmación fue tan duro, y tan frío que me heló el pecho. Había perdido mi oportunidad. Había perdido...
—Sólo me queda una prenda, así que he perdido… —Me llevé las manos a las caderas, con intención de dejar al descubierto mi vergüenza y mi cuerpo desnudo cuando Paula se acercó.
—No, no, no… No quiero que se acabe tan pronto. ¿Y si cambiamos las reglas? —Miró a Antonio— Yo digo que quiero jugar un poco más. —En ese momento Paula pasó sus dedos por mi pecho con delicadeza.
—¿Y qué propones, Paula? yo empiezo a estar un poco cansado. —Antonio nos miró y creo que se puso un poco rojo.
—Y si… ¿dejamos que Adri pague prenda… —El silencio se alargó hasta hacerse incómodo y ella parecía disfrutar de nuestra confusión— con la mascarilla?
Antonio y yo la miramos con sorpresa y yo con un poco de miedo.
—¿La mascarilla? se… se me… me vais a ver la marca del sol de las tiras de la mascarilla… yo... —Me quedé sin palabras, una chica tan guapa... y pidiéndome que me quitara la mascarilla. Solo mis padres me veían sin mascarilla.
—¿No te bronceas la cara? Yo voy dos veces al mes al solárium, sería horrible tener que ir al médico y que me vean con la marca del sol de la mascarilla —Antonio me miraba con incredulidad.
—Yo voy una vez a la semana… uy, esto se pone aún más excitante ¿eh, Antonio? vamos a verle la marca de la mascarilla a Adri. Me estoy poniendo nerviosa. —Paula me miraba expectante, con impaciencia.
—Yo me voy retirando a dormir, chicos… al fondo tenéis una habitación para que podáis… dormir.
En ese momento me quedé a solas con Paula, no sabía qué decir, ni qué hacer… la sola idea de quedarme sin mascarilla delante de ella...
Ella se quitó la mascarilla con delicadeza y por primera vez pude ver sus labios carnosos que me sonreían y los mofletes con más de esas preciosas pecas y sonrojada como un tomate. Vi también su perfecto bronceado, sin ninguna marca de la mascarilla. Estaba preciosa.
Ella me quitó la mascarilla muy suavemente, y tiró ambas al suelo. Entonces me agarró las manos con delicadeza y tiró de mí hacia la habitación.
—Cuando un juego se acaba, es solo el principio del siguiente ¿no? —La mirada de Paula era tan intensa que pensaba que me iba a derretir. Siguió tirando de mí sin que yo pusiera ninguna resistencia.
Íbamos a la cama, pero tenía la impresión de que no íbamos a dormir demasiado aquella tórrida noche de verano del año 2064...
Bueno, este fue el relato. Empecé a escribir con el club en octubre del 2020 y aún tenía muchas faltas que me corrigieron los compañeros del club. Aún a día de hoy tengo mucho que aprender pero con ayuda voy mejorando poco a poco.
En cuanto al relato me pareció muy interesante jugar con una sociedad que ha asumido que la mascarilla es necesaria y se utiliza siempre. Es verdad, me lo guardo para el final, para dar un giro inesperado y hasta cierto punto hago un poco de trampa al no mostrarlo, pero me gustó ese punto de la historia y cómo se avergüenza más de quitarse la mascarilla que la ropa.
Muy bueno!!! He disfrutado mucho leyendo tu relato
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