El reto del club cyrano de Junio del 2021 era este: https://clubdeescrituracyrano.com/al-abordaje/
El club lo que pedía para este mes era una historia de piratas. Por el nombre es fácil de adivinar. Pero no unos piratas cualquiera, tenían que ser piratas de verdad, de los del siglo XVII, con sus barcos, banderas negras y demás. Nada de piratas informáticos futuristas ni nada parecido.
Yo pensé en la realidad de los piratas, y es que los de verdad eran militares que habían perdido su empleo y lo único que sabían hacer era luchar y manejar un barco así que la necesidad los impulsaba a esta vida, no por gusto o placer. Sin embargo los hemos romantizado mucho a lo largo del tiempo y el cine no ha ayudado en ese sentido.
Yo, para este reto, pensé en escribir al menos una escena de acción pura. Una pelea con mucha adrenalina y violencia. Puedo decir que planificar la pelea me resultó muy divertido y estimulante. Pensar en cada parada y cada golpe, cada disparo con las armas de la época y unirlo a un mosaico aún mayor del conjunto de la pelea, no solo el protagonista.
No suelo escribir, a día de hoy al menos, muchas escenas violentas pero esta me hizo pensar en el trabajo que hay detrás de ellas, para que parezcan creíbles, para que sea emocionantes y que la lucha se mantenga en el tiempo. Y a pesar del esfuerzo, la escena y el resultado merecen la pena. Os dejo con el relato y sigo comentando después.
La vida pirata es la vida mejor
Nuestro balandro se deslizaba a media vela y siete de los nuestros estábamos preparados y pertrechados para un abordaje por sorpresa. Cuatro de los nuestros llevábamos un un sable y tres pistolas mientras que los otros tres en vez de sable llevaban dos hachas de abordaje cada uno.
Una carraca de una sola vela navegaba cerca nuestra y solo era cuestión de tiempo que nos adelantara. Entonces Blas dio la orden de virar a babor y los barcos se acercaron hasta el punto de chocar con gran violencia y ese era nuestro momento de saltar a la cubierta de la carraca mientras los pobres comerciantes empezaban a sacar sus armas con una mezcla de incredulidad y terror.
Según caímos sobre la cubierta empezó la lucha. Con mi sable bloqueé un golpe de una daga que me venía de derechas y le descerrajé un tiro en el pecho. Sin perder el tiempo le tiré la pistola a un marinero que estaba en pugna con Sancho. El golpe en la cara le hizo perder la concentración y mi compañero le atravesó el cuello con un corte limpio.
En ese momento saqué la primera pistola de las dos que llevaba en el pecho y disparé a un idiota que corría hacia mi posición con un chuzo. Entonces vi que me iban a rodear entre tres de los comerciantes, pero Alonso puso su pistola en mi hombro para apuntar bien y disparó a uno de ellos aunque en el proceso me dejó un rato medio sordo.
A pesar de eso, los otros dos cargaron contra mí y me defendí bloqueando la daga que me atacaba por la derecha con mi sable y desviando el ataque que me venía por la izquierda con mi pistola.
Este último perdió el equilibrio lo que me dio tiempo para golpear en el rostro al que estaba a mi derecha con la pistola. El golpe desequilibró al marinero y me dejó vía libre para atravesarle el pecho con mi sable.
Entonces un hacha pasó volando por la cubierta y se clavó en el pecho de un marinero que salía de la bodega y le devolvió a la misma.
Al que había desviado el primer golpe volvió al ataque. Esta vez paré el golpe con la pistola mientras intentaba sacar el sable del cuerpo inerte del otro marino. Francisco llevaba un sable y una daga, robada, me ofreció la segunda y sin perder el tiempo le dibujé al comerciante una sonrisa en el estómago. De la herida empezaron a salir las tripas como una lengua roja enorme. Él cayó de rodillas agarrándose los intestinos y finalmente se desplomó de costado.
Ya casi no quedaban marineros en cubierta así que saqué la última pistola con calma y disparé al capitán que permanecía en la tolda de la carraca dando órdenes. Calló con un grito de dolor.
—Chicos, el barco es nuestro. A saquear se ha dicho—. El resto de nuestros compañeros saltaron al barco a la orden de Blas y bajaron a la bodega a buscar todo lo que pudiéramos llevar en nuestro barco.
Diego dio el aviso de que en la carraca había una buena cantidad de barriles de vino de jerez, otros barriles de especias y cuero. Del vino íbamos a dar buena cuenta entre nosotros y tanto las especias como el cuero nos venía muy bien para venderlo en algún puerto seguro.
Ya en puerto, vendimos las mercancías robadas a muy buen precio y nos dividimos en varios grupos. No éramos muchos, pero veintitrés hombres no pasan desapercibidos.
Fui con Alonso, Antonio, Diego, Francisco y Sancho a una taberna en los arrabales. Comimos y bebimos todo lo que no habíamos podido comer en el barco hasta el punto que creí que hasta habíamos cogido peso en los pocos días que estuvimos allí. Aprovechamos para descansar y visitar alguna mujer. La buena compañía también era importante.
Una noche, mientras intentaba dormir en la cómoda cama de la taberna no pude evitar pensar en el pasado. Todos habíamos servido juntos en un galeón de la marina real hasta que dejaron de necesitarnos. Nosotros sólo sabíamos navegar y matar, además nadie contrataría soldados en ningún lugar honrado así que esta era nuestra única opción.
Sólo seguíamos con el oficio que conocíamos desde niños. Por suerte el vino en cantidades suficientes ayudaba siempre a conciliar el sueño.
Al día siguiente nos despertó Sancho que al parecer se había enterado que la marina andaba buscándonos. Nos vestimos y preparamos para lo que parecía inevitable. Con las pistolas y los sables escondidos salimos a la calle con la idea de ir al barco y zarpar lo antes posible. Decidimos ir juntos para defendernos en grupo, nosotros no dejamos a nadie atrás.
Íbamos por los callejones y buscando las zonas menos pobladas intentando encontrarnos con el menor número de gente posible, pero en un cruce nos topamos con una pareja de militares que al vernos nos pidieron que nos identificáramos.
Parecía que íbamos a pasar desapercibidos dando nombres falsos, pero en el último momento notaron una de las pistolas de Antonio y en un momento se torció la situación. El de la derecha intentó darle un puñetazo a Antonio y este le dislocó el hombro. El militar acabó en el suelo gritando como un gorrino en la matanza. Al ver esto, su compañero salió corriendo así que Diego tuvo que disparar una de sus pistolas con lo que hicimos aún más ruido. En breve tendríamos a media ciudad buscándonos.
Salimos corriendo por callejas estrechas buscando el puerto hasta que en un cruce, delante nuestro, aparecieron al menos catorce soldados con arcabuces que nos apuntaron sin pensárselo dos veces. Nosotros nos escapamos por un callejón lateral justo antes de escuchar la detonación de las armas. Seguimos corriendo y ya ni siquiera sabíamos hacia dónde estaba el puerto. Estábamos llegando al final de una calle que acababa en T y en el momento en el que estábamos apenas a unos metros de la pared, se escuchó el disparo de más mosquetes. Nos agachamos por puro reflejo y vimos que de la pared de enfrente saltaron trozos de pared y polvo.
Eso nos cubriría la huida, al menos unos instantes y al girar a la derecha me di cuenta que Alonso ya no estaba con nosotros. Con el ruido de las armas no me había enterado de lo ocurrido. Por reflejo, los cinco que quedábamos tomamos una pistola en cada mano y seguimos corriendo.
Más adelante nos encontramos con otro grupo en un cruce, nosotros corríamos hacia las armas mientras ellos se preparaban para disparar y los disparos fueron mutuos. Muchos de los militares cayeron a causa de nuestras pequeñas, pero igual de mortíferas pistolas, sin embargo también murieron Antonio y Francisco. No había tiempo para lamentarse.
A causa de las bajas, la fila de arcabuceros estaba rota y aprovechamos para pasar dando culatazos con nuestras pistolas y sablazos a todos lo que tuvimos a nuestro alcance.
Intentaron volver a disparar, y nosotros logramos colarnos por una calleja antes de darles tiempo. Entonces vimos de fondo el mar abierto, nuestra libertad.
La gente de la ciudad que nos veía salía corriendo y se escondían de nosotros, mientras que solo queríamos escapar de ese lugar.
Un grupo de arcabuceros estaba disparando al barco y vimos que estaban levando ancla así que Sancho y yo disparamos con la última pistola a la carrera. Esto distrajo al grupo el tiempo suficiente como para saltar al agua y agarrarnos a una red que habían soltado nuestros compañeros.
Cuando pudimos alejarnos lo suficiente del puerto subimos al barco y nos dimos cuenta que de los veintitrés que habíamos llegado a puerto solo quedamos siete contándome a mí.
Blas, Sancho, Diego, Miguel, Rodrigo, Lope y yo. Apenas éramos suficientes para gobernar el barco. Entonces habló Blas.
—Muchachos, ha llegado el momento que todos temíamos. no podemos seguir navegando solos. Podemos intentar buscar algún oficio honrado…
—Eso no va a ocurrir y todos lo sabemos —Le interrumpió Lope— yo no quiero ser granjero y acabar muriendo de hambre o algo peor.
—Los demás, ¿estáis de acuerdo con Lope? —Esperó una respuesta, pero siguió un silencio incómodo— También podemos unirnos a un grupo más grande de piratas.
—Entonces no podríamos decidir qué hacer o dónde ir —interrumpí yo y los demás asintieron.
—No tenemos muchas más alternativas. Hay que decidir.
Nunca fue fácil ser pirata.
La primera escena es la más trabajada a nivel del combate, la segunda es más una huída a la desesperada. La segunda es aún más caótica al no haber un escenario fijo sino una serie de calles que van atravesando. Me gustó más la primera, no sé a vosotros.
Decir que para la primera intenté asimilar el caos y la violencia de la película “Kingsman”, sobre todo en su escena de la iglesia. Os dejo el enlace: https://www.youtube.com/watch?v=90OFZQx_7xI
Soy consciente que mi escena no llega al nivel de la de la película, porque son medios muy diferentes y por mi propia experiencia escribiendo este tipo de escenas. Pero espero haber traído al menos una parte de esa violencia desesperada, descontrolada de un combate con muchos implicados que cada uno está luchando su propia batalla, rodeado de otras muchas que al final forman una imagen mayor y la adrenalina que supone un enfrentamiento así. La parte de los piratas, como ya he dicho, me centré en la parte más terrenal y menos romántica, dándoles una motivación de supervivencia. Al final es un pequeño canto a la nostalgia de tiempo mejores en los que los protagonistas no tenían que huir todo el tiempo unido a la desesperación al no conocer otro oficio. El final es un poco amargo pero me gustaría pensar que honra la verdadera naturaleza de los piratas.
Espero que hayáis disfrutado del relato.
Interesante
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