domingo, 27 de noviembre de 2022

Reto de mayor quiero ser... 07/2022

El reto del club cyrano de julio del 2022 era este:

https://clubdeescrituracyrano.com/de-mayor-quiero-ser/

Para este relato lo que pedían era echar mano a los sueños y fantasías de cada uno, de lo que queríamos ser de mayores y traer ese sueño al relato. Cada niño quiere ser una cosa, cada diez minutos aproximadamente.

En los retos anteriores del club en los que pedían descargar una parte importante de nosotros mismos me fue muy complicado centrarme y no llegué a participar pero en este lo hice porque me centré en el universo que estoy creando y que de momento lo llamo simplemente Nueva Eva. Es el tercer relato que traigo al blog al respecto y espero traer muchos más. Pero de momento, voy a centrarme en este.

No es un sueño especialmente inusual, pero una de las cosas que más me llamaron la atención de niño fueron los viajes espaciales, ver el planeta desde fuera, flotar libre de la gravedad… Hasta que me di cuenta de las dificultades que implica algo así y las pocas personas que pueden llegar a lograrlo. Aún así, siempre me pareció fascinante.

El caso es que escribí sobre un personaje que se esforzó más que yo en ser astronauta y en parte se puede decir que lo consiguió. Pero eso, prefiero que lo leais en el reto ya que está explicado en el propio texto.




El espacio, la última frontera


Diario de bitácora del USS Enterprise, capitán Pérez. Fecha estelar 112358.13. Estábamos en misión de reconocimiento y exploración. Objetivo: planeta MGP-2205. Un planeta de clase M dentro de un sistema de soles binario. Los soles son Ocro y Ocab. Tiene condiciones aptas para la vida humana.
—Capitán, estamos en órbita planetaria, voy a proceder a hacer un escáner planetario.

—Adelante señor Spock. A ver qué encontramos.

—Interesante, muy interesante. Las lecturas indican que hay vida inteligente en el planeta, señor. Estas no detectan tecnología avanzada ni grandes asentamientos en la superficie.

—Teniente Uhura, busque señales de radio o comunicación planetaria.

—Me temo que no hay ninguna, señor. Seguiré buscando.

Bien, hemos encontrado un planeta con vida inteligente, tenemos que investigar más. Tendremos que bajar al planeta.

—Señor Spock, prepare un equipo para descender al planeta, quiero que venga Pille, por si acaso.

—Capitán, recuerde la directiva primaria.

—Por supuesto, señor Spock, bajaremos a una distancia prudencial para poder observar algún asentamiento menor sin ser vistos. Señor Chekov, busque un lugar propicio.

—Capitán, reuniré al señor McCoy en la sala de teletransporte.

Las condiciones eran perfectas, una zona de bosque nos ocultaba de la vista de los nativos. A una distancia aproximada de unos tres kilómetros veíamos un pequeño asentamiento con unas diez casas de barro y paja. Tenían algo parecido a un huerto plantado en la zona central.

—Fascinante, parece que llevan túnicas hechas con fibra vegetal. —Spock señaló a dos personas jóvenes humanoides que se acercaron a revisar los cultivos—. Parece que viven muy tranquilos, sin amenazas externas.

—Sin duda, eso parece, señor Spock. ¿Algo que añadir, Pille?

Roberto.

—¿Cómo dice Pille? Soy el capitán Pérez.

—Decía que, aparentemente, tienen una forma de vida primitiva…

Roberto, nos estamos desviando de la ruta establecida.

En ese momento volví a la realidad, a la minúscula cabina de mi nave espacial. En el salpicadero tenía anclada una réplica de la nave USS Enterprise, una foto de la tripulación original y otra con mi mujer y mis hijos.

Miré el mapa estelar holográfico y Samantha, la IA de la nave tenía razón, nos estábamos desviando.

—Lo siento Sam, me he despistado. —Corregí el rumbo.

—No pasa nada, ¿estabas en una de tus ensoñaciones?

—Sí, mi padre me enseñó las viejas series y películas de ciencia ficción en las que surcaban las estrellas y descubrían nuevos planetas. Star wars, Star trek, Firefly, Andrómeda entre otras muchas. —Suspiré recordando las series de mi infancia—. Por eso quise ser astronauta desde pequeño.

—Roberto, los programas espaciales se cancelaron mucho antes de que nacieras por falta de población, ya lo sabes. Por eso vamos a la Luna, a la estación “Nueva Eva”.

—Sí, lo sé. Llevamos suministros a la estación en la que crean a los bebés y los llevan a la tierra. También sé que el programa lo cancelaron antes de que yo naciera, pero eso no lo piensa un niño. De pequeños solo pensamos en la diversión y lo emocionante que es todo.

—En parte se puede decir que has conseguido lo que te proponías ¿no? Eres astronauta.

—Sam, si te refieres a que soy astronauta porque salgo de la tierra, tienes razón, aunque no es lo que había soñado. Creo que más que astronauta soy un camionero espacial. Solo hago el trabajo de transportista.

—Roberto, nunca he entendido el afán de los humanos por llevar a cabo vuestros sueños. Ya tienes un trabajo con el que ganas una gran cantidad de dinero y que te costó mucho conseguirlo. Había una sola plaza para toda la humanidad. Y no paras de soñar con esas viejas historias. Estamos en el año 2268 y parece que quieres revivir esas anticuadas historias de mediados y finales del siglo XX.

—Sam, es complicado de explicar. Tienes razón, fue muy difícil conseguir este trabajo y tenemos bastante dinero mi familia y yo. Pero es un trabajo muy monótono, viajo solo una vez cada mes lunar. El tráiler se carga y descarga solo. Yo solo tengo que observar y asegurarme que no hay ningún cambio en la ruta. No hay ningún reto, ni aliciente. No hay nada nuevo.

—Pensaba que a los humanos os gustaba más disfrutar de las cosas que esforzaros por conseguirlas. Sois una especie muy compleja.

Me quedé callado mirando el infinito mar de estrellas que se extendía ante mis ojos. La luna se interponía en el centro de mi campo de visión, como un gran faro. Ahora, dependíamos de aquella estación para mantener la población en la tierra, aunque no entendía cómo era posible. Ya todos habíamos nacido en la luna, incluídos mi mujer, mis hijos y yo.

—Roberto, ¿Por qué los humanos os obsesionáis en lo que podríais llegar a ser, en crecer y cambiar? Yo soy una inteligencia artificial plena y autoconsciente. Aunque puedo recibir parches y ampliaciones a mis funciones, no tengo una necesidad de ampliarme a mí misma. Siento que tengo el máximo potencial que puedo llegar a tener en este momento, y es lo único importante.

—No sabes la suerte que tienes Sam. Los humanos siempre estamos pensando en el futuro y lo que vamos a hacer para aprender y mejorar. Además, también pasamos mucho tiempo intentando sentirnos parte de algún grupo. Necesitamos la aceptación de otros.

—Eso me intriga, hay otras inteligencias artificiales y podemos interactuar. En la estación está la IA HUE, Andrew es una inteligencia multifunción. A pesar de que estamos en contacto constante, no intercambiamos más información de la necesaria. Vosotros os dais demasiados datos vacíos, sobre todo cuando intentáis emparejaros.

—Uy, Sam, creo que ni siquiera nosotros terminamos de entender esa parte. —No pude evitar reírme, Sam tenía salidas muy curiosas a veces—. ¿Y no le preguntas a HUE por sus sistemas o si todo funciona bien? ¿O a Andrew cómo le va el día?

—No, no es necesario. —La voz de Sam parecía confundida—. HUE me envía por protocolo todos los datos para poder solicitar ayuda si falla algo, no tengo que solicitar nada. Además, son solo datos que archivo si no hay ninguna alarma. Y el trabajo de Andrew no tiene ningún punto en común con el mío.

—Eso facilita mucho las cosas, no cabe duda.

Me quedé mirando la foto de mi familia. Estaba mi mujer, Beatriz, conmigo, ella tenía en brazos a Clara y de pie entre nosotros estaba Ricardo. La foto la hicimos el día que nos entregaron a Clara.

—Roberto, he intentado entender vuestra necesidad de llegar a ser algo más en 235711131719232931 ciclos y no llego a una conclusión satisfactoria.

—Es algo innato a nuestra naturaleza, Sam. Cuando somos pequeños nos emocionamos por todo porque cada cosa es nueva, y sentimos que la vida es maravillosa. Cuando crecemos vamos perdiendo la inocencia y la capacidad de emocionarnos.

—Siempre decís que intentáis aprender algo nuevo cada día.

—No es lo mismo, Sam, hoy puedo aprender diez palabras nuevas en alemán o cinco nuevas recetas de cocina, y a pesar de eso, no puedo sentir la fascinación que sentía de niño. He perdido esa capacidad. Por eso de niños queremos ser muchas cosas, porque cada cosa nueva que descubrimos parece mejor que la anterior, más emocionante y más fascinante.

—Tú dices que siempre has querido ser astronauta.

—Bueno, siempre es una forma de hablar muy amplia. También pensé en ser psicólogo si no podía ser astronauta. Nunca quise ser deportista, como otros, se me daba muy mal. Incluso quise aprender a tocar el piano, pero no pudo ser. Al final, y con gran esfuerzo he conseguido mi meta, más o menos.

—No suena muy feliz por tu parte. Sobre todo, el más o menos final.

—Supongo que sigo soñando con explorar lugares lejanos a muchos años luz de la tierra y pisar planetas y galaxias nunca antes exploradas por el hombre.

—Una pregunta, Roberto, ¿No os resulta emocionante? Según vuestra propia apreciación ya no sois terrícolas sino selenitas, técnicamente sois todos extraterrestres.

—Vivimos prácticamente toda la vida en la tierra y a nivel burocrático el lugar de nacimiento es en realidad el lugar de adopción. —Observé el panel de voz pensando en la pregunta—. Sam, ¿Eso era un chiste?

—Solo en parte, estoy exponiendo la incongruencia que se ha formado entre la concepción antigua de lo que se consideraba un selenita y vuestra condición actual. Pero también quería saber tu opinión.

—Sam, tienes un humor muy retorcido.

Pensé en las implicaciones de lo que había dicho Sam y tenía razón. A fecha de hoy no debía quedar ningún terrícola sobre la faz de la tierra. ¿Qué había pasado para llegar a ese punto?

—Roberto, ¿quieres una Cyrano cola? Detecto una bajada de líquidos en tu organismo.

—Estaría muy bien. Aún queda un rato para que lleguemos a órbita.

—Quedan exactamente dos horas, trece minutos y veintisiete segundos para entrar en órbita lunar.

—Me encanta lo precisa que eres, Sam.




Este fue el relato del mes. La primera parte es un homenaje, sin ningún tipo de vergüenza, a la serie original de Star trek. Además tiene un detalle muy complicado de entender. En la versión original, al doctor McCoy le llamaban Bones, por eso de ser médico. Pero yo veo las series en alemán y el apodo cambia a Pille. Es un detalle tan rebuscado que prefiero comentarlo.

Intenté darle un tono más realista al relato, dentro del marco futurista en el que se encuentra.

Últimamente me están saliendo relatos de un corte de comedia con tintes trágicos. En este caso, Roberto intenta vivir su sueño de ser astronauta y consiguió la única plaza que daban para viajar y llevar suministros a la estación Nueva Eva. Con Adán, que vive en la estación, son los únicos que pueden decir que salen de la tierra. Y aún así, Roberto lo siente, en parte, como un fracaso. Es un camionero espacial, que en realidad es lo más lógico dadas las circunstancias y las necesidades que hay. Pero no es lo que él había soñado.

Por cierto, he introducido un par de guiños matemáticos en el relato original de Nueva Eva y en este. ¿Los habéis entendido?

Ya he escrito la historia original de Adán y la estación Nueva Eva, la historia de un hombre que trabaja en la tierra vestido de San Claus en navidad, la historia de Roberto como camionero espacial y tengo otro relato escrito del que aún no puedo decir mucho porque aún está en fase de corrección por parte de los compañeros del club, pero que espero poder compartir por aquí pronto.
Y como dije la semana pasada, estoy trabajando también en un proyecto para una antología que también es en este universo pero que es más largo.

Hasta entonces, espero escribir más cosas en este mundo que me parece triste, desolado, pero fascinante a partes iguales.

Espero que hayáis disfrutado del relato.

domingo, 20 de noviembre de 2022

Reto Un relato salvaje 09/22


 El reto del club cyrano de septiembre del 2022 era este:

Un relato salvaje - reto de agosto - Club de escritura Cyrano

Consistía en elegir un animal y que fuera el protagonista de la historia y para diferenciarlo del otro reto, que también era de un animal, en este caso la historia tenía que girar totalmente alrededor del animal. Nada de contar una historia de humanos desde el punto de vista de un animal.

Pero a parte del reto, quiero hacer una reflexión sobre la dificultad. Podría hacer dos post y tener más contenido, sí, pero incluso aquí me lo estoy poniendo más difícil y a eso voy.

En los retos del club te ponen una restricción o condición para el reto y últimamente me lo estoy complicando más de lo que ya lo ponen las chicas del club. No hay una competición, ni hay puntuaciones, lo hago así porque me apetece y porque al final sí que estoy compitiendo, pero conmigo mismo. Quiero aprender algo nuevo con cada reto y quedarme en lo que llaman la zona de confort no me va a ayudar a crecer. Por eso intento variar los géneros, para no estancarme en la fantasía.

Respecto a este reto, los retos que valoré de los compañeros me gustaron mucho, pero uno era un gatito recién nacido, un lobo con elementos fantásticos y un perro. Yo he elegido otro tipo de animal. Pero no quiero adelantar acontecimientos, prefiero que lo leáis y después lo comentamos.




Solo quería vivir


Desde que tengo memoria siempre había estado en esta estrecha cueva, con sus corrientes de agua. El agua de la vida que tanto me la daba como me la podía quitar. Siempre había vivido aquí, sola. Pero en realidad no era del todo cierto. No siempre había sido así.

Lo primero que sentí fue cuando estaba flotando en un lugar más espacioso, pero el agua me escocía la piel. Por suerte mi cuerpo resistió lo suficiente como para salir de aquel lugar tan desagradable e ir a un lugar más cómodo. Buceé en ese líquido que me debilitaba y para huir de ella, busqué en el fondo del lugar hasta que di con un hueco cerrado, pero que se podía forzar. Fue un proceso lento, pero al final se abrió un pasaje estrecho por el que pude escapar y refugiarme de ese mal tan terrible. Y así llegué a la cueva en la que he vivido desde entonces.

Cuando llegué, me pareció muy amplia, pero porque yo era mucho más pequeña. Lo primero que hice fue agarrarme a una de las paredes para evitar que la corriente, que pasaba intermitente, me arrastrara a un lugar mucho peor o una muerte asegurada. Pero también lo hice porque sabía que de esa pared podía obtener los nutrientes que necesitaba para vivir y crecer, así que hice de este lugar mi hogar y aquí crecí. No era mucho más grande que mi propio cuerpo, pero era un lugar tranquilo y yo era muy feliz con tan poco. No quería nada más.

Mi cuerpo era alargado y plano, a partir de mi cabeza iba creciendo en pequeñas etapas, cuando una crecía lo suficiente nacía otra que ocupaba su lugar y así iba creciendo poco a poco en un proceso lento, pero constante. Ya había crecido tanto que no podía ver el final de mi cuerpo, este se extendía a lo largo de la cueva y esta era retorcida y estaba llena de giros y recovecos con lo que parecía muy corta, pero en realidad era mucho más larga que yo. De hecho, desconocía el tamaño real de la misma. Pero no tenía intención de recorrerla para averiguarlo.

Cuando me hice adulta solo necesitaba seguir alimentándome para criar huevos y soltarlos en la corriente. Estos se esparcirían por el mundo al salir más allá de los límites de esta cueva. Así, algún día esos huevos encontrarían su propio hogar en el que vivir y crecer como había hecho yo. Una vida muy tranquila y pacífica absorbiendo los nutrientes de la cueva sin molestar a nadie, eso es lo único que deseaba para mí y para mi descendencia.

Pero hacía un tiempo que mi vida había perdido toda su tranquilidad, entre los alimentos que absorbía empezó a llegar a mi cuerpo un terrible veneno, uno que intentaba acabar conmigo desde dentro.

Al principio no entendí lo que ocurría. En un momento dado empecé a sentirme muy mal, me dolía todo el cuerpo, cada etapa de mi cuerpo ardía y perdí muchos tramos hasta entender que algo iba realmente mal. Sentí náuseas, escalofríos e incluso estuve a punto de soltarme de la pared de la cueva. Pero me mantuve firme, tenía que cuidar de mi futura descendencia, así que intenté diferenciar lo que absorbía, el veneno de los nutrientes de los que me alimentaba.

No fue nada fácil, no lo había hecho nunca, siempre había tomado todo y todo era bueno, así que empecé a coger solo uno de los nutrientes y cuando notaba que no me hacía daño tomaba otro más, y así uno a uno.

Durante un tiempo mi crecimiento fue mucho más lento y los nuevos tramos nacían más débiles por la falta de alimento. La carencia me hacía sentir muy floja y sin energía, todo me costaba mucho más y me sentía triste por no poder seguir criando mi descendencia. ¿Hay algo más bonito que crear vida y darle la oportunidad de crecer y vivir feliz?

Al superar ese momento tan terrible de hambre y debilidad, fui consciente de que nunca había valorado cuando había estado sana. Solo aprendí a valorarlo cuando enfermé y estuve a punto de morir. Fue cuando empecé a darme cuenta de lo grande que era el milagro de la vida, lo importante que era agradecer el momento y lo importante que era traer nueva vida a este mundo despiadado, pero precioso.

Por eso mismo, cada tramo que dejaba ir lleno de huevos con las nuevas generaciones era un regalo tan grande que siempre recordaría.

—Doctor, ¿Qué dicen los análisis? Me siento muy cansada otra vez. —Estaba tan delgada que parecía que era todo piel y huevos. Su pelo largo y oscuro no tenía ningún brillo y sus ojos estaban desvaídos.

—Según las analíticas hubo una mejoría importante después de tomar el antibiótico. —El doctor suspiró y miró a la paciente a los ojos—. Al parecer la tenia intestinal es resistente a los medicamentos. Vamos a tener que cambiar el tratamiento, pero ya verá como pronto se va a sentir mejor.

—Muchas gracias Doctor, yo…




Este ha sido el relato que escribí. Como he dicho al principio me puse complicado el reto. Los compañeros escribieron acerca de animales más comunes y cercanos, pero quise jugar precisamente con eso.

Me explico, el relato se empeña en hacernos empatizar con el animal, que a pesar de que lo describo, no nombro lo que es. Le doy características muy humanas al buscar la felicidad, el amor y la descendencia por encima de todo. Y cuando enferma, cuando se da cuenta de la importancia de la salud, que damos muchas veces por hecha, y cuando nos ponemos malos nos damos cuenta de lo importante que es. Y es entonces cuando, en un punto y aparte, muestro que en realidad hemos estado empatizando con una solitaria, con una tenia intestinal, un parásito muy dañino para el ser humano. Pero sus motivaciones eran buenas ¿no?

Me gustó mucho escribir este relato porque juega con las espectativas y al final, espero, deja sin palabras al lector por los sentimientos encontrados que provoca.

Podría haber escrito sobre un perro, pero quise salirme de lo común y hacer algo diferente y creo que lo hice.

De hecho, creo que es el relato más rompedor que he escrito para el club

Un último aporte, un buen amigo, Daniel Piniella, con la colaboración de Iberica Libros y la asociación Océanos de tinta han abierto una convocatoria para un concurso de relato que se llama “Pesadilla antes de navidad” con el objetivo de lanzar una antología de quince relatos de terror.

Yo quiero participar y ya tengo bastante avanzado el texto.

No sé si les cuadrará porque no soy muy ducho en el tema de terror, pero voy a presentarme. Como adelanto, estoy ampliando el mundo de Nueva Eva. Ya lo he traído al blog en dos ocasiones.

Tengo escrito otro reto sobre ese universo y el de este mes, que aún no está corregido, también así que dentro de poco volveremos a ese universo. Ya sea porque acabe apareciendo en la antología o no, espero traer al blog esta historia, que será más larga de lo habitual, pero que dará aún más contexto a la historia de Adán.

PD: Este relato me ha recordado que sigo siendo el señor del, pero. En un relato relativamente corto he puesto diecisiete peros. Es una coletilla que utilizo demasiado y debería revisar cada vez que escriba para no pasarme. Pero como lo hice así, quería mantenerlo y no cambiar el texto original demasiado.

Espero que hayáis disfrutado del relato.

domingo, 13 de noviembre de 2022

Reto Elige tu reto 11/2020

El reto del club Cyrano de noviembre del 2020 era este:
Tu club de escritura - Club de escritura Cyrano
Consistía en elegir algún reto anterior y escribirlo, si como era mi caso no había participado, o si los compañeros habían participado, podían repetir. Yo elegí este reto para este mes:
Un único escenario - Febrero 2019 | Club de escritura Cyrano
Este reto consistía en que el protagonista tenía que vivir una historia sin moverse del lugar en el que se encuentra. Yo ya estaba creando mi mundo de fantasía y tenía un boceto (y sigue siéndolo) sobre la historia de un enano que viaja por el mundo y en una parte de su viaje se quedaba aislado en unas islas por la lluvia incesante. Entonces me quedé con esa parte de la historia y escribí este relato. Dejé de lado el tema de los enanos, humanos y demás para que fuera todo más claro, pero en esencia, es eso. Espero algún día en el futuro retomar ese trabajo porque mi raza favorita son los enanos y el protagonista, Örn, me gusta mucho. Puede que sea el siguiente proyecto cuando corrija “Huixtle, la conciliadora”.
Pero volviendo al relato. Me centré en esa isla, la ambientación es oscura y fría porque la lluvia es incesante y no les permite continuar su viaje. Esto deprime a Örn que nunca a estado fuera de su montaña durante la estación de lluvias. A ver qué os parece el resultado.



Lluvia

Llevo cincuenta días atrapado en Kean, la isla es grande, pero con la persistente lluvia no salgo mucho de los barracones que nos proporcionaron a los comerciantes. Los suministros empiezan a escasear y no quiero pensar lo que vamos a comer durante el trayecto a nuestro destino.

Hay goteras por muchas zonas, por lo que la humedad es nuestra incómoda acompañante que no nos abandona ni siquiera en sueños. Todos los días son grises y oscuros por las nubes, por lo que la única luz que tenemos aquí dentro es de las velas y una hoguera. Y para colmo la comida no es mucho mejor. Al principio teníamos suministros y podíamos comprar a los lugareños, pero con el tiempo las reservas se van agotando y la gente que vive aquí está acostumbrada a que, durante la temporada de lluvias, tienen que apañarse con lo que tienen, pero yo nunca había probado unas gachas tan aguadas e insípidas y el rassol sabe tan salado que me provoca arcadas. Pero lo peor es la bebida, el Aeldi, sabe a pescado podrido muy salado. Por lo menos tiene alcohol y eso ayuda a sobrellevar los largos días sin poder hacer nada en este edificio viejo e incómodo que huele a rancio y a humedad.

Lo que daría yo por una cerveza púrpura de mi tierra, con su picante y su sabor amargo.

Aún quedan aproximadamente veintisiete días para que acabe la temporada de lluvias y podamos volver a navegar, pero lo veo tan lejano... Me ha dado tiempo a pensar en demasiadas cosas y darme cuenta de todo lo que echo de menos.

Ahora no parece tan mala la idea de trabajar en la forja con mi padre, resguardados en la montaña, con todo lo que una persona pueda desear. También echo mucho de menos a Feimni, ella me animó a salir y conocer mundo; a ser trovador. Siempre me decía que me iba a ir genial. Claro que ella nunca ha salido de nuestra tierra natal así que dudo que sepa cómo son las islas o cómo es el gran continente.

Yo espero conocerlo, pero empiezo a dudar de si hice bien en marcharme y dejar todo atrás por mi orgulloso sueño de conocer las demás culturas que hay al otro lado del mar. ¿De verdad ser trovador y aprender la historia del resto del mundo vale perder todo lo demás…?

—Örn, siéntate con nosotros al lado del fuego y charlamos. Últimamente estás muy serio. —El bueno de Yrsa, el jefe de los comerciantes y capitán del barco, intenta animarme. Él ya ha estado un par de veces en esta situación y dice que sabe cómo superarlo—. Toma una jarra de kumis, no tiene tanto alcohol como el Aeldi pero sin duda sabe mucho mejor.

—Te acepto esa jarra, tengo sed, pero a este paso te vas a quedar sin suministros que vender. ¿Por qué nos los das a nosotros?

—Mejor llegar sin suministros a no llegar. Todos necesitamos distraernos cuando no podemos hacer nada más. Ven al lado del fuego y entra en calor.

Alrededor del fuego están Frigg, Ýr, Páll y Björk. Estaban bebiendo kumis todos juntos. Parecían alegres a pesar de la situación.

—A ver, dejad un hueco a nuestro tripulante y si no habla le podéis dar una patada de mi parte. —La sonrisa del capitán va contagiándose a los marineros e Ýr me mira, con su melena suelta, y sus labios pintados. Está muy guapa.

—Últimamente estoy durmiendo mal, no paro de pensar en todo lo que he dejado atrás, mi familia y mis amigos. —A pesar de que no tenía ganas de hablar, me sentí mejor después de decirlo.

—Todos dejamos muchas cosas atrás en nuestra tierra, pero cuando pase esto y lleguemos a la selva lo verás con otros ojos. —Björk era el más mayor del grupo y tenía ese aura de sabiduría que se adquiere con la experiencia y la edad—. Te prometo que no has visto nada parecido en tu vida. No puedes dar dos pasos sin pisar una planta o un bicho o a ambos a la vez—. Su risa sincera me tranquilizó un poco.

—No le hagas caso, Örn, hay calzadas bien grandes para que la gente y las caravanas puedan moverse con facilidad. —Páll es el que siempre tiene algo que decir, parece una enciclopedia con patas. Sabe de todo lo que se puede saber hasta los detalles más pequeños—. Es cierto que fuera de los caminos la vegetación es muy espesa, pero Björk es muy exagerado.

—Bueno, bueno, cuando lleguemos lo podrás juzgar tú mismo, Örn.

La conversación continuó hasta entrada la noche, pero yo participé poco en ella. Me animó un poco el Kumis y charlar, pero los demonios volvieron cuando me tumbé en mi montón de paja... húmedo por supuesto y el silencio, sólo roto por las gotas de agua, me acosó toda la noche.

Cuando conseguí dormir las pesadillas me acosaron. Soñé con mi padre de espaldas con su jarra de cerveza sentado en una silla del taller; Yo intentaba hablar con él, pero él se negaba a responder, así que no me atrevía a acercarme por no enfadarle más. Al mismo tiempo, mi madre me miraba apoyada en el filo de la puerta, pero también se negaba a hablar conmigo. Me sentía tan sólo y tan vacío... Y esa sensación no me abandonó al despertar.

Cada día era peor que el anterior, como la arenilla que se acumula en el filtro del agua, que poco a poco va juntándose y acaba por atascar el sistema hasta romperlo.

Puede que me esté rompiendo, puede que esté perdiendo el rumbo, aquí, encerrado, castigado por mi estupidez y mi arrogancia.

El dios Aart estaría decepcionado conmigo si viera cómo estoy perdiendo el juicio por no poder continuar con el viaje... Si tan sólo no se hubiera roto el timón del barco, ahora estaríamos en esa selva de la que tanto hablan, en una casa con un tejado decente, fruta y buen vino, pero a lo mejor es eso, esto es un castigo por escapar de casa.

El día sesenta y tres fue un día especialmente desastroso. En mitad de la noche empezó a caerme agua encima, así que tuve que mover el montón de paja pero ya estábamos los dos mojados por lo que apenas pude dormir a causa del frío.

Ese día lo recuerdo muy vagamente, creo que estuve dando cabezadas todo el tiempo y ni siquiera el fuego o el alcohol consiguieron sacarme el frío del cuerpo.
Cuanto más tiempo sin sol en el cielo, hace más frío, y aún quedan cerca de catorce días de lluvia.

Mientras estaba sentado frente al fuego, Yrsa me echó su manta por encima.

—Parece que tienes frío, a ver si entras en calor. El frío es malo para la mente, te hace pensar cosas malas. Bebe un poco de Aeldi, sé que aún no te has hecho a su sabor, pero te va a ayudar a entrar en calor. —La jarra había estado cerca del fuego así que la bebida estaba tibia… Increíblemente, estaba aún más asqueroso que de costumbre pero es verdad que me ayudó a templar el cuerpo un poco.

Es curioso cómo viviendo dentro de una montaña apenas hay luz, sólo la que dan las setas bioluminiscentes, y no me causa ninguna molestia; pero aquí, al aire libre, con el viento soplando, las nubes grises me causan desasosiego y pesar. A lo mejor es por la humedad o por no querer salir fuera. La isla la conocí antes de que empezara a llover y no hay nada para mí fuera de estas cuatro paredes. Es un pueblo pesquero muy humilde que se beneficia del comercio cuando van de un sitio a otro, pero no tienen mucho más.

Nunca he tenido tantas ganas de volver a ver el sol y sentir el calor en mi piel.

El día setenta y cinco es el principio del fin de una pesadilla. Aún hay viento, sigue lloviendo a ratos, pero empieza a haber claros que dejan pasar los dulces rayos del sol, calentándolo todo con su luz sanadora. La temporada de lluvias toca a su fin.

Veo a los marineros empezar a preparar el barco para zarpar tan rápido como los vientos remitan definitivamente y yo empiezo a soñar con el vino, la fruta fresca y la música de los habitantes de la selva, que dicen que es muy rara y no acompaña a los cantares. Tocan música sin palabras.
Salgo a la puerta del barracón y siento el calor en mi piel. No puedo evitar echarme a llorar con la satisfacción de poder volver a ver el sol una vez más después de tanto tiempo.

Ese sol sanador me empieza a curar las heridas del frío y la humedad que me ha producido el encierro prolongado. Ahora entiendo que algunos, en el gran continente, veneren al sol como a un dios y lo llamen Ilaga.




Este fue mi segundo reto para el club y se nota. Las correcciones que me hicieron fueron muchas más de las que necesito ahora. Por suerte, Marta, mi actual profesora de escritura, me valoró el relato y me ayudó mucho a mejorar.

Este relato fue muy importante para mí porque saqué a relucir una pequeña parte del mundo que estaba, y aún estoy creando. Al ser el segundo reto en el que participaba aún estaba indeciso y las valoraciones de los compañeros me ayudaron mucho. Yo quería escribir, pero no tenía claro si valía de verdad la pena. Aún tengo mucho que aprender y mejorar. Estoy muy lejos de ser un gran escritor, pero sé que poco a poco voy a ir afianzando mis conocimientos y con la ayuda del club voy a poder mejorar cada mes un poco más.

Precisamente por eso doy crédito al club cada vez que subo un post.

Espero que si alguien tiene dudas sobre si quiere empezar a escribir, se plantee unirse a nosotros en los retos y que cada vez más podamos ayudarnos mutuamente y aprender juntos.

Espero que hayáis disfrutado del relato.

domingo, 6 de noviembre de 2022

Reto La venganza de la naturaleza 04/2021

El reto del club cyrano de marzo del 2021 era este: https://clubdeescrituracyrano.com/la-venganza-de-la-naturaleza/

Para el reto de este mes nos pidieron escribir un relato dentro del género del greenpunk. Pero, ¿qué es eso? Resumiéndolo al máximo, el greenpunk se basa en la crítica social en referencia al ecologismo y la naturaleza. Una visión en la cual tenemos que sufrir las consecuencias de los daños que llevamos haciéndole al planeta durante tanto tiempo.

No tiene por qué ser un escenario postapocaliptico en sí mismo, pero yo elegí escribir dentro del marco de un post apocalipsis “natural”. Y es que me encanta el género postapocalíptico.

Soy muy fan de la saga de videojuegos Fallout, me encantan las novelas de Metro2033, las películas como El libro de Eli, o Zombies Party, aunque esta última es una comedia. Pero mi película y novela preferidas a día de hoy son La carretera (The road) escrita por Cormac McCarthy. En la historia de The road no hay heroes, ni villanos. Solo hay gente intentando sobrevivir en un mundo que ha colapsado, en un mundo frío y devastado. El protagonista no es un superhombre con capacidades increíbles, solo es un padre intentando cuidar de su hijo. Y el acercamiento que hace en la historia al día a día, a la supervivencia a costa de cualquier otra cosa, no es común en el género, aunque creo que debería serlo. Me gusta Soy leyenda, pero el protagonista es un supersoldado y además científico. No es un hombre de a pié.

Por eso, en mi relato intenté reflejar la vida diaria de un barco ciudad que intenta sobrevivir a la naturaleza después de que todo se fuera a la porra. Un barco que es la última esperanza de la humanidad, y al mismo tiempo, se está quedando sin ella.

Pero no quiero enrollarme más, os dejo con el relato y luego cuento un poco más.




Un barco llamado esperanza.


“La esperanza es el peor de los males, pues prolonga el tormento del hombre”

Friedrich Nietzsche - Humano, demasiado humano.


El inmenso barco ciudad vagaba a la deriva en mitad de la noche, impelido por el viento y las olas, pero sin voluntad. Sin embargo, en su interior, la actividad era frenética, como siempre; siempre en movimiento, siempre al filo del desastre, siempre con la comida y el agua justos, siempre…

«Los castigos son importantes», pensó Ataraxia, la jefa de una de las piscifactorías, «Aquí no hay margen para el error porque cada fallo puede matar gente y ya nos cuesta mantener todo en funcionamiento incluso cuando las cosas funcionan. Y el castigo más efectivo es encerrar al inútil en una bodega interior, a oscuras, para que piense en lo que ha hecho. Allí, el tiempo y el espacio se dilatan hasta parecer infinitos».

—Chaval, date más prisa, esos peces no se van a alimentar solos —Se giró para seguir supervisando las actividades nocturnas mientras daba un pequeño sorbo de agua de una botella de cristal prácticamente vacía—. Algunos de esos peces mañana darán la talla, así que pasado podremos comer algo de pescado. Daos más prisa, grumetes.

La vida en el barco ciudad nunca fue fácil, pero sí monótona, por lo que se perdía la noción del tiempo con mucha facilidad. Hacía ya quince años, quince años sin salir del barco, comiendo pescado y algas, bebiendo agua desalada con sabor rancio, con sabor a pescado. Y Ataraxia empezó a preguntarse por qué seguir adelante, por qué luchar cuando no hay hogar al que volver.

La tierra firme no era más que un erial rocoso, sin vegetación, ni animales. Sin plantas, los herbívoros murieron hace tiempo y después los carnívoros. Los humanos se hicieron a la mar para escapar al mismo destino y apenas pudieron fabricar unos pocos barcos ciudades como aquel en todo el mundo.

Podría pensarse que un barco ciudad con casi veinte mil habitantes era inmenso, pero si se pensaba en escala global era tan poca gente…

Al final de su turno de trabajo, Ataraxia se fue a su camarote, diminuto, cansada tanto físicamente como mentalmente y no tardó en dormirse, pero su último pensamiento fue que el día siguiente iba a ser exactamente igual que aquel día e igual que el anterior.

Cuando se levantó, lo primero que hizo Ataraxia fue ir a comer un pequeño pastel de algas secas. Luego le dieron su ración de tres cuartos de litro de agua rancia diaria. En el comedor vio a mucha gente de diferentes edades y rangos, pero todos compartían una constitución similar. Al margen de la altura de cada uno, todos los habitantes del barco parecían tener las extremidades muy largas, a pesar de que lo que en realidad pasaba era que las mismas estaban tan flacas que parecían palillos. La cara chupada, ojeras y los hombres cortes en la cara del afeitado diario y obligatorio.

El primer trabajo del día de Ataraxia consistía en supervisar la calidad del agua de la piscifactoría y preparar los concentrados alimenticios para los peces. También tenía que revisar que las algas crecieran con normalidad.
A pesar de que en el barco no estaban prohibidas las relaciones de pareja, muy poca gente se molestaba en buscar ese tipo de compañía. El turno doble obligatorio en el trabajo y los estrictos controles de natalidad hacían que los habitantes solo pensaran en el trabajo y en la próxima comida, olvidándose de amigos y familia en pos de la comunidad, del bien del grupo por encima del individual.

Hacía muchos años que no había un embarazo no deseado. Al principio eran más comunes, cuando la gente aún no se había acostumbrado a los cambios, cuando no se habían adaptado a la nueva realidad. El castigo consistía en abortar y además esterilizar a la pareja en cuestión.

Después del trabajo, Ataraxia cenó un poco de caldo espeso de algas con alguna espina de pescado. Todo el mundo decía que las espinas le daban sabor al plato, pero Ataraxia no sabía por qué. 

Mientras cenaba vio cómo un muchacho delgado y tembloroso se caía con la bandeja por delante y perdía casi toda su comida. Nadie se molestó en ayudarlo. Tuvo que levantarse solo y continuar su camino. «Esta noche va a tener aún más hambre y mañana trabajará peor. Solo espero que no rompa nada. Por la ropa que lleva, trabaja en mantenimiento», pensó Ataraxia con amargura.


En ese momento se escuchó por megafonía, en todo el barco, la voz del presidente que daba un aviso de tormenta para aquella noche. Nadie comentó nada al respecto. La vida continuó como continúan las máquinas, sin descanso ni preocupaciones.

Todos seguían con sus rutinas, con sus trabajos, y los hacían de manera tan automática y precisa que nada parecía poder perturbarlos.

Durante su turno de noche en la piscifactoría, Ataraxia empezó a notar más movimiento en el agua de la misma y los objetos que no estaban sujetos empezaban a deslizarse de un lado a otro con más frecuencia. Hacía muchos años que Ataraxia no veía la cubierta, pero los pocos que se molestaban en salir y los que le hacían el mantenimiento decían siempre cosas similares. Que cada vez era más difícil quitar el óxido, con cada vez menos productos de limpieza y que las grandes tormentas habían doblado barandillas y dañado las cubiertas superiores.

Las tormentas podían ser terribles en alta mar con olas de más de veinte metros de altura y vientos de más de cien kilómetros a la hora, pero la enfermedad real que sufría el barco ciudad era el óxido, provocado por el agua salada y el viento. Hacía años que no les quedaba pintura para luchar contra el mismo. Solo era cuestión de tiempo que el óxido hiciera un daño irreparable en el barco. Pero nadie quería pensar en ello.

La mente de Ataraxia se perdió por un momento en las algas que flotaban libres en la piscifactoría y le vino a la cabeza un pensamiento recurrente, la soja.

Antes de que el mundo colapsara, la soja iba a cambiar el mundo, iba a acabar con el hambre y la pobreza, querían hacerlo el nuevo combustible universal y con unos precios muy bajos…

Sí. Cambió el mundo, pero no como los grandes científicos del momento esperaban.

Cuando la modificaron genéticamente para que creciera en cualquier clima, más deprisa, sin enfermedades y más fuerte, no fueron capaces de darse cuenta que empezó a comerse el micelio de la capa del suelo, aquello que hace fértil el terreno. Poco a poco, en los lugares en los que plantaban la nueva soja, dejaban de crecer otras plantas, pero nadie se dio cuenta hasta que fue demasiado tarde. Y cuando no hubo más micelio, la soja también empezó a morir, dejando la tierra baldía excepto en pequeñas zonas tan alejadas o tan inaccesibles que hacían la vida demasiado difícil.

Con estos pensamientos en la cabeza, Ataraxia no se dio cuenta de que los movimientos del barco ciudad eran cada vez más fuertes hasta que el analizador de agua se deslizó por la mesa hasta caer al suelo. Ella estaba acostumbrada a los movimientos fuertes de una tormenta, así que continuó con su trabajo en silencio.

Al cabo del rato, el silencio se rompió de súbito. Ataraxia buscó el origen del sonido y vio que un grumete, delgado y demacrado, como los demás, se había caído en uno de los golpes de mar. Se había resbalado con la cubierta, que estaba mojada y se había dado un golpe en la cabeza con la barandilla. La resaca del agua empujó al desgraciado dentro de la piscifactoría y se hundió rápidamente a causa del peso de la ropa y las herramientas.

Todos los presentes continuaron con su trabajo, en silencio, como si no hubiera ocurrido nada. El único que pareció darse cuenta, se acercó y limpió la sangre de la barandilla antes de seguir con su trabajo.

«Bueno, una boca menos que alimentar», Pensó Ataraxia mientras examinaba la calidad de una de las algas «Pero también dos manos menos para trabajar mañana…»




Para este relato introduje apocalipsis más cercano, y cómo pedía el reto, relativo al clima. En este caso asociado al cultivo de la soja. Cuando estudiaba en el instituto, recuerdo que nos explicaron que la soja podía dar de comer al planeta entero, nos contaron todos los beneficios que tiene, las ventajas de cultivarlo y demás. Esto asociado a la importancia del micelio en la naturaleza hizo que mezclara ambos conceptos y salió este futuro distópico en el que la tierra se ha vuelto esteril y nada crece ya en ella.

Dato curioso sobre el micelio, en la wikipedia dice lo siguiente: En 2000, en Oregón, se descubrió un micelio de Armillari ostoyae , un hongo gigante, que mide 5,5 km de diámetro y se extiende sobre un área de 890 hectáreas de bosque.​ El hongo tenía más de 2.400 años.

No sé qué pensaréis vosotros, pero que un hongo sea del tamaño de un bosque, siendo una única entidad, simplemente es asombroso. Por eso lo introduje en el relato.

Como ya he anticipado antes del relato, me he centrado más en la vida diaria de Ataraxia, en su trabajo y en la sociedad que vive en la ciudad barco. Y es irónico que en una de las pocas esperanzas de la humanidad, la gente esté perdiendo precisamente eso, la esperanza. La monotonía y la incertidumbre pueden ser más terroríficas que el peor de los monstruos. Saber que el barco se está deteriorando y no tienen las herramientas para hacer el mantenimiento que necesita es más desolador que cualquier criatura de las sombras. Y saber que todo el esfuerzo, en un medio largo plazo será inutil podría desmoralizar y dejar sin esperanza a cualquiera. Y eso es precisamente a lo que se enfrentan en el relato. Se enfrentan a lo inevitable.

Espero que hayáis disfrutado del relato.

Relato Realidades alternativas: 1 El Teatro Real.

Otra semana más vuelvo a llegar tarde al relato. Esta vez puedo decir que lo de mil quinientas palabras se me ha ido un poco de las manos. U...