El reto del club cyrano de julio del 2022 era este:
https://clubdeescrituracyrano.com/de-mayor-quiero-ser/
Para este relato lo que pedían era echar mano a los sueños y fantasías de cada uno, de lo que queríamos ser de mayores y traer ese sueño al relato. Cada niño quiere ser una cosa, cada diez minutos aproximadamente.
En los retos anteriores del club en los que pedían descargar una parte importante de nosotros mismos me fue muy complicado centrarme y no llegué a participar pero en este lo hice porque me centré en el universo que estoy creando y que de momento lo llamo simplemente Nueva Eva. Es el tercer relato que traigo al blog al respecto y espero traer muchos más. Pero de momento, voy a centrarme en este.
No es un sueño especialmente inusual, pero una de las cosas que más me llamaron la atención de niño fueron los viajes espaciales, ver el planeta desde fuera, flotar libre de la gravedad… Hasta que me di cuenta de las dificultades que implica algo así y las pocas personas que pueden llegar a lograrlo. Aún así, siempre me pareció fascinante.
El caso es que escribí sobre un personaje que se esforzó más que yo en ser astronauta y en parte se puede decir que lo consiguió. Pero eso, prefiero que lo leais en el reto ya que está explicado en el propio texto.
El espacio, la última frontera
Diario de bitácora del USS Enterprise, capitán Pérez. Fecha estelar 112358.13. Estábamos en misión de reconocimiento y exploración. Objetivo: planeta MGP-2205. Un planeta de clase M dentro de un sistema de soles binario. Los soles son Ocro y Ocab. Tiene condiciones aptas para la vida humana.
—Capitán, estamos en órbita planetaria, voy a proceder a hacer un escáner planetario.
—Adelante señor Spock. A ver qué encontramos.
—Interesante, muy interesante. Las lecturas indican que hay vida inteligente en el planeta, señor. Estas no detectan tecnología avanzada ni grandes asentamientos en la superficie.
—Teniente Uhura, busque señales de radio o comunicación planetaria.
—Me temo que no hay ninguna, señor. Seguiré buscando.
Bien, hemos encontrado un planeta con vida inteligente, tenemos que investigar más. Tendremos que bajar al planeta.
—Señor Spock, prepare un equipo para descender al planeta, quiero que venga Pille, por si acaso.
—Capitán, recuerde la directiva primaria.
—Por supuesto, señor Spock, bajaremos a una distancia prudencial para poder observar algún asentamiento menor sin ser vistos. Señor Chekov, busque un lugar propicio.
—Capitán, reuniré al señor McCoy en la sala de teletransporte.
Las condiciones eran perfectas, una zona de bosque nos ocultaba de la vista de los nativos. A una distancia aproximada de unos tres kilómetros veíamos un pequeño asentamiento con unas diez casas de barro y paja. Tenían algo parecido a un huerto plantado en la zona central.
—Fascinante, parece que llevan túnicas hechas con fibra vegetal. —Spock señaló a dos personas jóvenes humanoides que se acercaron a revisar los cultivos—. Parece que viven muy tranquilos, sin amenazas externas.
—Sin duda, eso parece, señor Spock. ¿Algo que añadir, Pille?
—Roberto.
—¿Cómo dice Pille? Soy el capitán Pérez.
—Decía que, aparentemente, tienen una forma de vida primitiva…
—Roberto, nos estamos desviando de la ruta establecida.
En ese momento volví a la realidad, a la minúscula cabina de mi nave espacial. En el salpicadero tenía anclada una réplica de la nave USS Enterprise, una foto de la tripulación original y otra con mi mujer y mis hijos.
Miré el mapa estelar holográfico y Samantha, la IA de la nave tenía razón, nos estábamos desviando.
—Lo siento Sam, me he despistado. —Corregí el rumbo.
—No pasa nada, ¿estabas en una de tus ensoñaciones?
—Sí, mi padre me enseñó las viejas series y películas de ciencia ficción en las que surcaban las estrellas y descubrían nuevos planetas. Star wars, Star trek, Firefly, Andrómeda entre otras muchas. —Suspiré recordando las series de mi infancia—. Por eso quise ser astronauta desde pequeño.
—Roberto, los programas espaciales se cancelaron mucho antes de que nacieras por falta de población, ya lo sabes. Por eso vamos a la Luna, a la estación “Nueva Eva”.
—Sí, lo sé. Llevamos suministros a la estación en la que crean a los bebés y los llevan a la tierra. También sé que el programa lo cancelaron antes de que yo naciera, pero eso no lo piensa un niño. De pequeños solo pensamos en la diversión y lo emocionante que es todo.
—En parte se puede decir que has conseguido lo que te proponías ¿no? Eres astronauta.
—Sam, si te refieres a que soy astronauta porque salgo de la tierra, tienes razón, aunque no es lo que había soñado. Creo que más que astronauta soy un camionero espacial. Solo hago el trabajo de transportista.
—Roberto, nunca he entendido el afán de los humanos por llevar a cabo vuestros sueños. Ya tienes un trabajo con el que ganas una gran cantidad de dinero y que te costó mucho conseguirlo. Había una sola plaza para toda la humanidad. Y no paras de soñar con esas viejas historias. Estamos en el año 2268 y parece que quieres revivir esas anticuadas historias de mediados y finales del siglo XX.
—Sam, es complicado de explicar. Tienes razón, fue muy difícil conseguir este trabajo y tenemos bastante dinero mi familia y yo. Pero es un trabajo muy monótono, viajo solo una vez cada mes lunar. El tráiler se carga y descarga solo. Yo solo tengo que observar y asegurarme que no hay ningún cambio en la ruta. No hay ningún reto, ni aliciente. No hay nada nuevo.
—Pensaba que a los humanos os gustaba más disfrutar de las cosas que esforzaros por conseguirlas. Sois una especie muy compleja.
Me quedé callado mirando el infinito mar de estrellas que se extendía ante mis ojos. La luna se interponía en el centro de mi campo de visión, como un gran faro. Ahora, dependíamos de aquella estación para mantener la población en la tierra, aunque no entendía cómo era posible. Ya todos habíamos nacido en la luna, incluídos mi mujer, mis hijos y yo.
—Roberto, ¿Por qué los humanos os obsesionáis en lo que podríais llegar a ser, en crecer y cambiar? Yo soy una inteligencia artificial plena y autoconsciente. Aunque puedo recibir parches y ampliaciones a mis funciones, no tengo una necesidad de ampliarme a mí misma. Siento que tengo el máximo potencial que puedo llegar a tener en este momento, y es lo único importante.
—No sabes la suerte que tienes Sam. Los humanos siempre estamos pensando en el futuro y lo que vamos a hacer para aprender y mejorar. Además, también pasamos mucho tiempo intentando sentirnos parte de algún grupo. Necesitamos la aceptación de otros.
—Eso me intriga, hay otras inteligencias artificiales y podemos interactuar. En la estación está la IA HUE, Andrew es una inteligencia multifunción. A pesar de que estamos en contacto constante, no intercambiamos más información de la necesaria. Vosotros os dais demasiados datos vacíos, sobre todo cuando intentáis emparejaros.
—Uy, Sam, creo que ni siquiera nosotros terminamos de entender esa parte. —No pude evitar reírme, Sam tenía salidas muy curiosas a veces—. ¿Y no le preguntas a HUE por sus sistemas o si todo funciona bien? ¿O a Andrew cómo le va el día?
—No, no es necesario. —La voz de Sam parecía confundida—. HUE me envía por protocolo todos los datos para poder solicitar ayuda si falla algo, no tengo que solicitar nada. Además, son solo datos que archivo si no hay ninguna alarma. Y el trabajo de Andrew no tiene ningún punto en común con el mío.
—Eso facilita mucho las cosas, no cabe duda.
Me quedé mirando la foto de mi familia. Estaba mi mujer, Beatriz, conmigo, ella tenía en brazos a Clara y de pie entre nosotros estaba Ricardo. La foto la hicimos el día que nos entregaron a Clara.
—Roberto, he intentado entender vuestra necesidad de llegar a ser algo más en 235711131719232931 ciclos y no llego a una conclusión satisfactoria.
—Es algo innato a nuestra naturaleza, Sam. Cuando somos pequeños nos emocionamos por todo porque cada cosa es nueva, y sentimos que la vida es maravillosa. Cuando crecemos vamos perdiendo la inocencia y la capacidad de emocionarnos.
—Siempre decís que intentáis aprender algo nuevo cada día.
—No es lo mismo, Sam, hoy puedo aprender diez palabras nuevas en alemán o cinco nuevas recetas de cocina, y a pesar de eso, no puedo sentir la fascinación que sentía de niño. He perdido esa capacidad. Por eso de niños queremos ser muchas cosas, porque cada cosa nueva que descubrimos parece mejor que la anterior, más emocionante y más fascinante.
—Tú dices que siempre has querido ser astronauta.
—Bueno, siempre es una forma de hablar muy amplia. También pensé en ser psicólogo si no podía ser astronauta. Nunca quise ser deportista, como otros, se me daba muy mal. Incluso quise aprender a tocar el piano, pero no pudo ser. Al final, y con gran esfuerzo he conseguido mi meta, más o menos.
—No suena muy feliz por tu parte. Sobre todo, el más o menos final.
—Supongo que sigo soñando con explorar lugares lejanos a muchos años luz de la tierra y pisar planetas y galaxias nunca antes exploradas por el hombre.
—Una pregunta, Roberto, ¿No os resulta emocionante? Según vuestra propia apreciación ya no sois terrícolas sino selenitas, técnicamente sois todos extraterrestres.
—Vivimos prácticamente toda la vida en la tierra y a nivel burocrático el lugar de nacimiento es en realidad el lugar de adopción. —Observé el panel de voz pensando en la pregunta—. Sam, ¿Eso era un chiste?
—Solo en parte, estoy exponiendo la incongruencia que se ha formado entre la concepción antigua de lo que se consideraba un selenita y vuestra condición actual. Pero también quería saber tu opinión.
—Sam, tienes un humor muy retorcido.
Pensé en las implicaciones de lo que había dicho Sam y tenía razón. A fecha de hoy no debía quedar ningún terrícola sobre la faz de la tierra. ¿Qué había pasado para llegar a ese punto?
—Roberto, ¿quieres una Cyrano cola? Detecto una bajada de líquidos en tu organismo.
—Estaría muy bien. Aún queda un rato para que lleguemos a órbita.
—Quedan exactamente dos horas, trece minutos y veintisiete segundos para entrar en órbita lunar.
—Me encanta lo precisa que eres, Sam.
Este fue el relato del mes. La primera parte es un homenaje, sin ningún tipo de vergüenza, a la serie original de Star trek. Además tiene un detalle muy complicado de entender. En la versión original, al doctor McCoy le llamaban Bones, por eso de ser médico. Pero yo veo las series en alemán y el apodo cambia a Pille. Es un detalle tan rebuscado que prefiero comentarlo.
Intenté darle un tono más realista al relato, dentro del marco futurista en el que se encuentra.
Últimamente me están saliendo relatos de un corte de comedia con tintes trágicos. En este caso, Roberto intenta vivir su sueño de ser astronauta y consiguió la única plaza que daban para viajar y llevar suministros a la estación Nueva Eva. Con Adán, que vive en la estación, son los únicos que pueden decir que salen de la tierra. Y aún así, Roberto lo siente, en parte, como un fracaso. Es un camionero espacial, que en realidad es lo más lógico dadas las circunstancias y las necesidades que hay. Pero no es lo que él había soñado.
Por cierto, he introducido un par de guiños matemáticos en el relato original de Nueva Eva y en este. ¿Los habéis entendido?
Ya he escrito la historia original de Adán y la estación Nueva Eva, la historia de un hombre que trabaja en la tierra vestido de San Claus en navidad, la historia de Roberto como camionero espacial y tengo otro relato escrito del que aún no puedo decir mucho porque aún está en fase de corrección por parte de los compañeros del club, pero que espero poder compartir por aquí pronto.
Y como dije la semana pasada, estoy trabajando también en un proyecto para una antología que también es en este universo pero que es más largo.
Hasta entonces, espero escribir más cosas en este mundo que me parece triste, desolado, pero fascinante a partes iguales.
Espero que hayáis disfrutado del relato.