domingo, 15 de enero de 2023

Relato El día

 Este va a ser mi primer post serio de este año 2023 y lo voy a hacer con un relato diferente. Como ya anticipé en el post anterior es un relato sin ruedines y sin una mente guía, es decir, ya no es un reto del Club Cyrano.

A partir de ahora me toca currarme los relatos y corregirlos yo, como pueda y espero que sea decente como poco. Pero voy a explicar un poco de dónde viene esta historia.

Antes de nada decir, que no apoyo, en absoluto, las teorías conspiranoicas que puedan aparecer reflejadas en el mismo ni creo que puedan llegar a ser ni de lejos verosímil. También hago alusión hacia un grupo de gente muy concreta, y tampoco tengo nada en contra de las ideas que representan a pesar de que no estoy de acuerdo con algunas personas que pueden llevarlas a los extremos. Pero mejor vemos el relato y me explico mejor después.

Por último, la idea inicial viene de un sueño, he tenido uno recurrente en el que me montaba en un ascensor en un edificio de mil plantas y subía y bajaba solamente porque la aceleración del mismo me pegaba al suelo o me dejaba flotando cada vez que lo usaba. Sí, muy lógico el sueño.

Pues hace poco soñé que entraba en un ascensor de un centro comercial con más gente. Entonces daba aviso de exceso de peso y se acababa cayendo. Al llegar abajo estábamos en una zona abandonada del edificio y me desperté.
Pues sin más preámbulos ni spoilers, os dejo con el relato y luego terminamos de ver.





El día


Hoy he tenido uno de esos días en los que todo sale perfecto, a todos nos ha pasado eso alguna vez. O pensaba que lo era.

Lo primero, estaba trabajando en la azotea de un edificio haciendo unos taladros para llevar unos cables y cuando iba a hacer el último me he dado cuenta que la broca estaba al límite y las de recambio estaban en mi coche. Estaba deseando irme a comer y no quería perder más tiempo, así que, hice el último agujero con esa broca a punto de romperse y, de hecho, se rompió justo después de hacer el agujero. Qué suerte, ¿no?

El segundo golpe de suerte ha sido al ir al bar de confianza en el que llevo comiendo desde que empecé la obra, un sitio pequeño pero limpio donde se come decentemente y el menú del día no es caro aunque sí un poco repetitivo.

Pedí la ensalada césar de todos los días y de segundo pedí callos a la madrileña. Primero me han dicho que no les quedaba y cuando me he quejado diciendo que me encantan cómo los preparan, entonces me han hecho el favor de sacar un plato, un poco más pequeño de lo habitual, pero con esa delicia que tanto he adorado desde joven. Maravilloso.

Y, como no podía ser de otra forma, la suerte siempre ha venido de tres en tres así que cuando volví al edificio a poner los cables, el ascensor estaba llegando a la planta baja y además estaba vacío. No tuve que esperar y eso estaba muy bien, siempre he odiado esperar sin motivo. Sí, el último golpe de suerte había sido el más flojo, pero estaba bien así que seguí trabajando con una sonrisa y una canción en los labios, que era viernes y tocaba disfrutar del fin de semana.

Lo que no podía imaginarme era lo que se me iba a complicar la tarde y era que había cosas que parecían imposibles hasta que no las tenías ante tus ojos. Al llegar las seis yo ya tenía hecho mi trabajo, siempre he sido muy profesional. Entonces me dirigí al ascensor para irme a casa con mi familia y fué al subir al ascensor cuando pasó. El ascensor se estremeció al montarme, pero no le hice caso. Pulsé el cero y esperé pero no parecía tener ganas de moverse. Entonces se encendió la luz que indicaba peso excesivo, según eso yo pesaba más de cuatrocientos kilos y eso era imposible, así que empecé a preocuparme. Con la puerta cerrada no podía salir así que recordé lo que ví en un vídeo sobre caídas de ascensores y me tumbé de mala manera, como pude en el estrecho espacio y parece que ese movimiento hizo que algo terminara de romperse y caí con la cabina. La caída me pareció realmente larga para un cuarto piso, pero en ese momento pensaba que era por la adrenalina del momento. Estaba tan asustado que apenas podía pensar y cuando menos me lo esperaba noté un golpe tan fuerte en la espalda y, justo después, otro en la parte delantera del cuerpo que por un momento creí haber muerto. Una luz muy intensa me envolvió y por un instante no pude ver nada más hasta que mis ojos se acostumbraron a esa luz. Entonces me di cuenta que estaba tumbado en la parte de arriba del ascensor, con las los focos calentando mi cara, pero no era la única luz que me llegaba, podía ver también la luz del sol. No entendía nada, el ascensor estaba dado la vuelta.

Me incorporé como pude y salí fuera de la cabina, ahora sin puertas, y ví un paisaje verde lleno de vida, una pradera con árboles hasta donde podía ver, montañas a lo lejos y ningún rastro de ciudad a la vista.

Entonces me fijé en una especie de rinoceronte muy raro que estaba comiendo pasto a lo lejos, había algo que no terminaba de encajar, pero estaba allí tranquilamente. Entonces lo analicé, piel, aparentemente rugosa y gris, cuernos, regordete… ¿Cuernos? Sí, tiene tres cuernos y una placa a los lados de la cabeza. Eso lo he visto en las películas de Jurassic Park, ¿cómo he llegado a un parque temático de las películas?

—Ey, mira, ha llegado alguien.

Me giré y ví a tres chicos que se acercaban por detrás de la cabina del ascensor que seguía allí.

—Chicos, que alegría veros, ¿Dónde estamos?

—Estamos en Atvatabar, por supuesto. —Los tres me miraron extrañados.

—¿Atvaqué? Yo estaba trabajando en Villaverde cuando este cacharro —señalé el ascensor— se ha caído y he aparecido aquí. ¿Dónde está Madrid? No lo veo

Entonces se susurraron cosas en y el más mayor dió un paso hacia delante y me señaló con los ojos como platos.

—Vienes de fuera ¿verdad? del otro lado.

—Pero se supone que tenéis prohibido venir. —El mediano dió un paso atrás. Parecía asustado.

—No sé de qué me estáis hablando, pero vamos. ¿Dónde está la cámara?

—No sé cómo te has colado en un lugar en el que no deberías estar. Mira, te lo voy a explicar. —El más mayor se puso a mi lado y señaló el sol—. La tierra en la que vivimos en realidad está hueca. Dentro está Atvatabar, que es el paraíso en el que vivimos lejos de vuestra contaminación, vuestras guerras y vuestra destrucción.

Yo lo miraba sin saber qué decir, parecía una locura. Él continuó al ver que no me pronunciaba.

—Cuando acabéis con el mundo de la superficie y murais nos haréis un gran favor porque podremos restaurar el mundo y traer paz a la tierra. El mundo se reiniciará sin vosotros.

—¿Eso del fondo de verdad es un dinosaurio? —Fué lo único que atiné a decir.

—Claro que es un dinosaurio, nosotros no los exterminamos.

—¿Qué? Los dinosaurios desaparecieron mucho antes de que existiera el ser humano. Los mató un meteorito.

—Sí que le han lavado bien el cerebro a este ¿eh? —El mayor se giró para mirar a los otros dos—. Se cree todas las tonterías que le dicen. Nosotros vivimos en paz con la naturaleza, cuidamos de los animales y ellos cuidan de nosotros. —El pequeño carraspeó pero no dijo nada—. Nosotros respetamos la naturaleza, por eso conservamos el paraíso. Por eso no acabamos con los dinosaurios, ni con los dodos, ni con ninguna otra especie.

Me llevé las manos a la cabeza, tantas cosas raras me estaban causando dolor de cabeza.

—Pongamos que todo lo que me has dicho es verdad…

—Lo es. —Me cortó.

—¿Cómo salgo de aquí? Quiero irme a casa a descansar.

—Las salidas oficiales están en los polos, son las zonas más grandes. Hay otras más pequeñas, pero son privadas y tienen que darte permiso para poder salir.

—No puedo ir caminando hasta el polo. ¿Cuál es la salida más cercana?

—Está en un sitio que llamáis Salamanca, en una cosa que llamáis… ¿Cómo era? Aero orto, creo.

Me quedé pensando. ¿Aero orto? Eso suena a culo volador.

—¿No será aeropuerto? El aeropuerto de Salamanca.

—Sí, eso que has dicho.

Eso explicaba muchas cosas. Entonces no había vuelos porque era una especie de tapadera. Entonces empecé a sentir que el suelo vibraba pero ellos parecían no darse cuenta. Entonces el mayor siguió.

—Que el aero lo que sea sea lo más cercano que conocemos no significa que esté cerca. Vas a tener un viaje largo y complicado.

—Necesito vuestra ayuda para llegar, ¿No hay nada para ir, coches, bicicletas, nada? —Las vibraciones ahora iban acompañadas de un ruido de pisadas muy fuerte—. ¿No oís eso?

—Sí, no pasa nada.

Entonces una mole inmensa bajó y se llevó al mediano. Yo me caí al suelo de culo y grité con todas mis fuerzas. Entonces me dí cuenta de que era un tiranosaurio rex, se había comido a uno de los chavales y se estaba marchando. Entonces el mayor se acercó a mí y me tapó la boca.

—Tranquilízate, ¿se puede saber qué te pasa?

—Ese dinosaurio se ha comido a tu amigo. —susurré—. ¿no vas a hacer nada?

—Claro, voy a informar a su familia y amigos.

—No le has intentado ayudar ni nada. Tenemos que matar a ese bicho antes de que se coma más gente.

—¿Pero qué dices? El animal tiene hambre, y tiene que comer. No podemos matarle por eso. Incluso podría llevar comida a sus crías.

—Espera. ¿Se ha comido a tu amigo y tú solo piensas en que a lo mejor tiene crías?

—Por supuesto. No somos asesinos despiadados como vosotros. Nosotros vivimos en paz con la naturaleza. ¡Vámonos!

—Esperad. —No se inmutaron—. ¿Dónde está el aeropuerto? La salida de la que me habéis hablado.

—Por allí. —El mayor señaló una dirección y siguieron caminando.

Yo aún estaba en shock, viendo cómo se marchaban cuando ví bajar del cielo un pterodáctilo u otro tipo de dinosaurio volador y se llevó al pequeño. El otro siguió caminando como si nada. No pude evitar preguntarme cómo podían vivir en una zona tan peligrosa.

Yo seguí su ejemplo y seguí caminando durante lo que mi reloj me decía que fueron dos semanas. Lo digo porque el sol no se movía ni un ápice del centro.
Tuve que dormir en agujeros para evitar que me comieran y comí frutas que no había visto en mi vida y bebido de ríos cristalinos. Fué una odisea pero logré llegar al agujero que estaba vigilado y aunque me juzgarán por haber entrado sin permiso a este lugar de locos, conseguí salir por el aeropuerto de Salamanca. Desde entonces entiendo su función y sentí que era mi obligación advertir al mundo de no ir a ese lugar tan terrible y salvaje.

Y todo empezó con tres golpes de suerte.




Pues, como he anticipado, no apoyo la creencia de la tierra hueca ni tengo nada en contra del ecologismo ni del animalismo. He llevado ambas ideas al extremo con la intención de crear situaciones cómicas.

Hay un punto a favor de que el relato ya no pase por el club y es que en el club no podía pasar de mil quinientas palabras. Voy a mantener un formato similar, pero este supera ese número y de haberlo enviado al club habría tenido que recortar, pero ahora puedo ser más flexible en ese sentido.

Para la semana que viene, no sé cómo saldrá al final, quiero traer otro capítulo de Adán, tengo pensado ya su cierre de personaje para dar paso a otros nuevos. Pero no sé si me dará para dos relatos o lo uniré en uno solo. Solo decir que Adán se irá por todo lo alto a vivir a un lugar diferente y maravilloso.

Mientras tanto, muchas gracias por leerme, y espero que lo hayáis disfrutado.

PD: Acabo de darme cuenta que aún tengo cinco retos del club que no he subido. Los voy a guardar para momentos en los que tenga más complicado sentarme a escribir. Entonces tiraré de hemeroteca personal.

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